Algunos lectores se sienten intrigados por estas tea parties que están revolucionando el panorama político de Estados Unidos. ¿Qué tiene que ver el té con las luchas políticas? No es raro que les extrañe; por eso me parece conveniente hacer un poco de historia. |
Los americanos de 1770 se quejaban de que la Corona británica les cobrara impuestos pero no les concediera representación en el Parlamento. El lema "¡No a los impuestos sin representación!" se hizo enormemente popular. En un esfuerzo de reconciliación, la Corona canceló todos los impuestos menos el del té; éste lo mantuvo, simplemente, para mantener el principio.
En noviembre de 1773, tres barcos cargados de té llegaron a la bahía de Boston. En medio de una gran irritación popular, Hutchinson, el gobernador inglés, dijo que la carga sería desembarcada, y el impuesto cobrado. El activista Samuel Adams organizó un grupo que asaltó los barcos y arrojó la mercancía al agua. Puesto que una de las acepciones de party es, simplemente, "reunión social", una tea party no es más que una reunión para tomar té. Samuel Adams y sus partidarios dijeron que su desafío a la Corona no era más que la forma de tomar el té en Boston. Este fue, prácticamente, el inicio de la guerra de la independencia americana.
Desde entonces, en Estados Unidos muchos desafíos espontáneos al gobierno son denominados tea parties, reuniones o, quizá mejor, rebeliones del té. Todos los países tienen expresiones similares. En Cuba, por ejemplo, cuando una situación es particularmente difícil se dice: "La caña está a tres trozos''. Por cierto, enm Cuba, ahora sin duda que la caña está a tres trozos.
Ahora bien, ¿qué significan actualmente estas rebeliones del té en la política de Estados Unidos? En realidad, no son más que un violento rechazo a la política del gobierno de Barack Obama. Un año atrás, mucha gente me criticaba ácidamente porque calificaba a Obama de socialista. Poco después, sin embargo, una portada de la revista Newsweek proclamaba: "Ahora todos somos socialistas''. Al parecer, no estaba tan despistado. La rebelión del té es un gran movimiento popular contra la avasallante intervención estatal, exacerbado por la política general y los extraordinarios gastos deficitarios del gobierno.
Aunque la rebelión del té sea furiosamente anti-Obama, se trata de un movimiento independiente, no republicano. No es por gusto. La última vez que los republicanos tuvieron el control del Congreso, gastaron tanto o más que los demócratas, en una evidente traición a sus supuestos principios conservadores.
Los grandes partidos americanos son dos grandes tiendas que albergan tendencias muy distintas unas de otras. Por consiguiente, la militancia ideológica, aunque real, tiende a ser mínima. Ambas formaciones operan bajo un sistema definido por la Constitución de EEUU. Obviamente, ese sistema es capitalista. Ahora bien, enprincipio, los republicanos son conservadores, partidarios del sistema e interesados en fortalecer la empresa privada, mientras que los demócratas son progresistas, críticos del sistema, interesados en reformarlo y fortalecer al Estado. Los republicanos defienden los principios morales que sustentaron la creación y desarrollo de esta nación, mientras que los demócratas se muestran mucho más críticos. Sea como fuere, ni todos los demócratas actúan como progresistas ni todos los republicanos se comportan como conservadores.
La rebelión del té es, sin duda, un movimiento profundamente conservador. Por eso, es un movimiento que simpatiza con republicanos como Marco Rubio o Mitt Romney pero es hostil a otros, como Charlie Crist o John McCain. Hace un año, prácticamente no existía; hoy, posiblemente sea la fuerza más poderosa de la política americana. Representa una profunda reacción, en la base, contra la orientación socialista del gobierno de Barack Obama. En su primera convención, celebrada el 4 de febrero en Nashville (Tennessee), la principal figura fue la carismática Sarah Palin. Se trata de un movimiento descentralizado, profundamente independiente y que mira con suspicacia a ciertos supuestos líderes. Sus miembros se ven como revolucionarios, muchos de ellos son hombres y mujeres sin antecedentes de activismo político y ansiosos por rescatar los valores tradicionales de la nación. Mucha gente, entre la que me cuento, lo contempla con profunda simpatía y lo considera una gran esperanza para la política norteamericana.
© AIPE
ADOLFO RIVERO CARO, analista político y editor de En Defensa del Neoliberalismo.
http://exteriores.libertaddigital.com
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