Hace años que todos los grandes Estados europeos se alejaron de Hugo Chávez, considerado oficial y oficiosamente como una amenaza para las libertades en todo el cono sur americano.
Angela Merkel fue la primera en marcar una pauta estricta, hace dos años, denunciando el peligro chavista, e invitando a los pueblos americanos a romper con el modelo caudillista y populista revolucionario del “gorila” presidente
Chávez respondió comparando a la canciller de Alemania con Hitler... comparación que precipitó un largo rosario de recriminaciones. Merkel y Chávez enfriaron la crisis y se “reconciliaron” meses más tarde: sin engañar a nadie... Alemania considera a Chávez como un personaje siniestro e inquietante, peligroso para la seguridad continental americana.
La crisis entre Francia y Chávez se precipitó, hace semanas, como consecuencia del apoyo expreso del dirigente venezolano a un terrorista célebre, Carlos, condenado en Francia por un largo rosario de crímenes.
Cuando Chávez lanzó un “lírico” elogio del terrorista, afirmando que estaba encarcelado por delitos que “no había cometido”, el portavoz oficial del Quai d’Orsay le respondió inmediatamente, insistiendo en el carácter criminal del personaje defendido, apoyado y ensalzado por el caudillo “hermano” de los Castro cubanos.
Con Londres, la crisis tiene ribetes diplomáticos trasatlánticos. Los enfrentamientos siempre latentes y a flor de piel volvieron a la superficie con la penúltima salida chavista, dirigida al Reino Unido: “Devuelvan las Malvinas al pueblo argentino...”. Se trata de un contencioso que viene de muy lejos, al que Chávez confiere una dimensión inflamable.
La tensión, enfrentamientos y diferencias de Chávez con los grandes europeos afecta a todos los fundamentos de las relaciones diplomáticas entre Europa y Venezuela, congeladas desde hace años.
Angela Merkel, Nicolas Sarkozy y el dúo Tony Blair / Gordon Brown, han intentado apoyar otros “modelos” y “alternativas” americanas, que siempre han chocado en Europa con la complacencia española hacia un caudillo que el resto del continente considera impresentable y nada frecuentable.
Juan Pedro Quiñonero - Paris
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