No sé cómo contener el vómito que me produce la foto publicada en este bendito periódico en la que un grupo de mujeres, capitaneado por la inefable Aído, se muestran exultantes tras aprobar el aborto como un derecho, y me dan ganas de renegar de mi condición de mujer, para que no me comparen con ellas, para no sumarme a esas caras de satisfacción ante la licencia para matar bebés. Náuseas, las que me provoca Zapatero por su silencio ante la muerte del disidente cubano Zapata; los que me provoca Moratinos/ Desatinos confraternizando con el Gobierno de La Habana ante la silueta del guerrillero/asesino Che Guevara. Náuseas también de ver a Lula da Silva entre los tiranos Raúl y Fidel Castro, justo el día en que alguien muere de falta de libertad. Náuseas por el grosero Chávez, que manda p’al carajo a Uribe y se queda tan ancho: he de reconocer con honestidad que la expresión me divierte lo que más, sobre todo dicha con acento iberoamericano, que no todo va a ser acritud en esta columna. Ya me gustaría saber decirlo con tanta gracia. Sigo. Náuseas por haber sido declarada constitucional la pena de muerte en Corea del Sur.
Náuseas me producen los terroristas talibán, que incorporan a su «equipo» a tiradores de élite. Náuseas porque el agresor del profesor Neira esté en la calle tan ricamente, mientras el agredido tiene que cargar el resto de su vida con su bombita de oxígeno y con las secuelas que le produjeron su gesto de bonhomía. Me voy a echar un trago de jarabe para que se me pasen las ganas de vomitar.
Marina Castaño
www.larazon.es
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