BENEDICTO XVI llega hoy a España en visita pastoral con el único objetivo de transmitir el mensaje evangélico y de iluminar la conciencia de muchos millones de fieles y de todas las gentes de buena voluntad en plena crisis de valores. Sin embargo, el presidente del Gobierno parece incapaz de distinguir entre las instituciones y el partidismo, planteando la presencia del Pontífice como una ocasión para sacar provecho a efectos de imagen. En efecto, Rodríguez Zapatero debería acudir a Santiago de Compostela —en pleno año Xacobeo— aunque sus intereses de partido le muevan a dar prioridad a los actos de Barcelona, a pocas semanas de las elecciones autonómicas. Menos mal que a la inmensa mayoría de los ciudadanos no les importa ni poco ni mucho que el líder del PSOE esté o no presente en un acontecimiento que refleja la vitalidad de la Iglesia española y su capacidad para movilizar a múltiples sectores sociales, incluidos los jóvenes. El año próximo, Benedicto XVI acudirá también a Madrid, fiel reflejo de la importancia que otorga la Santa Sede a nuestro país a la hora de configurar la agenda internacional del Pontífice.
Benedicto XVI pone especial énfasis en la armonía entre la razón y la fe para superar la crisis contemporánea, así como en la necesidad de que los católicos ejerzan el protagonismo que les corresponde en la vida pública. Defender el arraigo histórico y sociológico del catolicismo en España no es cuestión de debate ideológico, sino la pura constatación de una evidencia. De ahí el ridículo en que incurren ciertos sectores laicistas, al amparo de una ideología trasnochada, cuando plantean reivindicaciones localistas o cuestiones sin sentido como el coste económico de la visita del Papa. Por supuesto, los beneficios que genera el viaje a causa de la movilización social superan de largo los gastos. No obstante, lo realmente importante es que la sociedad española da la bienvenida con genuina satisfacción al líder espiritual más respetado del mundo, una personalidad excepcional que muestra una gran deferencia hacia nuestro país con su presencia reiterada entre nosotros. Nadie pone en duda que la estancia de Su Santidad en Santiago de Compostela y en Barcelona será un gran éxito, al margen de anécdotas menores.
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