sábado, 6 de novembro de 2010

¡Benedicto XVI, peregrino a Santiago!

El Papa llega por primera vez a venerar la Tumba del Apóstol Santiago el Mayor. La Ciudad del Apóstol, llamada la «Jerusalén de occidente», ha dejado de ser el Finisterre. Infinitos caminos desde todos los confines del Universo llegan hasta aquí. Numerosas personas vienen para dar un abrazo de paz al busto del Apóstol, cuyo rostro se hace palabra llena de gozo y esperanza. Es el Patrón de las Españas desde tiempos muy lejanos. Su figura histórica y devocional se pone de relieve en los términos o apellidos como «promotor», «columna», «defensor» o «adalid» de nuestra fe, como dejan constancia los textos litúrgicos, literarios o populares generados a través la tradición jacobea.

La sabiduría no nos permite ser agoreros pesimistas ni ingenuos entusiastas. Por ello se hace preciso un análisis sereno y ponderado del momento en que vivimos, de modo que no se oscurezcan las luces que lo iluminan ni pasen desapercibidas las sombras que lo ensombrecen. Eso forma parte de la contradicción de la existencia humana, que exige del cristiano la lucidez y la valentía tanto para esclarecer sus misterios a la luz de la revelación divina, como para actualizar los significados de ésta escudriñando los signos de los tiempos. Una sociedad no puede reinventarse en cada momento, echando por la borda el bagaje cultural y moral que le han legado las generaciones pretéritas como si no hubiera nada en todo ello que mereciese ser conservado; como si todo cambio equivaliese a un verdadero progreso; como si pudiese haber progreso cuando se ha perdido toda perspectiva de hacia dónde hemos de encaminar nuestros pasos.

El alcance del Hecho Jacobeo a través del tiempo ha ido influyendo por encima y más allá de la geografía española o hispana. Y ello merced al Camino —o a los caminos— de Santiago. Debido a los nuevos factores que dinamizan la vida y las comunicaciones humanas, se está registrando un auge creciente de peregrinos. Hoy, las terminales del Camino de Santiago arrancan de todos los rincones de Europa y del Mundo. Dante Alighieri dejó escrito que la peregrinación a Santiago «es la más maravillosa peregrinación que un cristiano haya podido hacer antes de su muerte». Un eje espiritual que robustece ahora el Obispo de Roma.

La memoria del Apóstol Santiago ha ido generando una España santiaguista, quicio de la articulación cristiana. Santiago de Compostela refulge como cabeza de la España cristiana y aun de la entera hispanidad, en la que se han derramado la presencia, la fe y la lengua de los españoles. En el Camino de Santiago son patentes las dimensiones de la hispanidad y también de la europeidad. Pero alcanza o revalida ahora, además, la dimensión de la universalidad que le otorga la presencia del Papa Benedicto XVI, que viene a lacrar estas tres dimensiones con el sello de la apostolicidad en pleno Año Santo Compostelano. Podríamos decir familiarmente que «Pedro, el de Roma, viene a abrazar a su hermano Santiago, el de Compostela».

Esta vez, la presencia del Sucesor de Pedro, referencia suprema de la fe como herencia dejada por Jesucristo a su Iglesia, aumenta la oportunidad de someter a juicio de ponderación «el hoy de nuestra fe cristiana», que en nuestros días pasa por un momento de crisis, no sólo como una realidad numérica, sino también como una novedad antropológica. Esta percepción aparece con frecuencia también en el magisterio personal o colectivo del episcopado español. La Iglesia en España no es inmune a los contagios que trae y lleva cierta actitud laicizadora que impregna el pensamiento y el sentimiento de algunos, intentando marginar o eliminar la aportación de criterios, valores y motivaciones que el catolicismo ha hecho a España. Hablamos de un proceso que pasa por el olvido de un conjunto de valores humanos y cristianos, que son esenciales y cuya negación conduce a la desesperanza o al vacío. Los estudios sobre «el hoy de los españoles» señalan cómo el alejamiento paulatino de Dios da lugar a la proliferación de ídolos propios de una sociedad que va perdiendo sus referencias teológicas, que son generadoras de razón, de virtud y de capacidad crítica.

Uno de los orígenes y prototipos de la identidad cristiana de España es la tradición jacobea, que remite primordialmente a la fe de los españoles. Una fe que necesita ser reavivada, estimulada y enardecida. Podría decirse que si queremos que «el hoy de los cristianos españoles» se acerque o se ajuste mejor «al hoy de Dios», precisamos el ardor y el coraje de una nueva evangelización. Nada más pertinente que hablar de evangelización si se habla de Santiago el Mayor. Y más si se hace precisamente en Compostela. La tradición jacobea es toda ella un canto a la evangelización. La apostolicidad que se rezuma aquí se debe al aliento evangelizador del Apóstol Santiago, testigo él y mártir temprano del evangelio de Jesucristo. De la presencia del sucesor de Pedro en una comunidad cristiana siempre podemos y debemos esperar, sobre todo, la confirmación en la fe, acercando «el hoy contemporáneo» al «hoy eterno de Dios».

La peregrinación del Papa acrecienta nuestro «júbilo» con la esperanza que va esparciendo, como el sembrador, allá por donde va. Este es un momento que no será exclusivamente nuestro. Lo que en Santiago se viva y se diga tendrá repercusión en todo el mundo. Por eso Juan Pablo II le gritó, sin ruborizarse, a Europa: «Vuelve a encontrarte. Sé tú misma. Descubre tus orígenes».

Benedicto XVI, peregrino reflexivo donde los haya, pronto al diálogo, buscador de respuestas, siempre a la escucha de todos, y en actitud de servicio a la verdad con su hondura intelectual y su finura espiritual, está ganando la guerra al pesimismo en su peregrinar por los caminos de la Iglesia. Nos indica el «monte» del gozo. El Papa sabe que el Año Santo Compostelano está contribuyendo a la renovación de la vida de la Iglesia en España, y quiere participar de ese torrente de agua limpia que nos dejó en herencia el Amigo del Señor. La peregrinación de Benedicto XVI a Santiago es una gran oportunidad para ahondar un poco más dentro de cada uno de nosotros y dejar salir lo mejor que encontremos. Dios ha sembrado mucho y bueno: lo descubriremos si nos hacemos peregrinos como el Papa.

JULIÁN BARRIO BARRIO (ARZOBISPO DE SANTIAGO DE COMPOSTELA)

www.abc.es

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