La última metáfora del sedicente progresismo zapaterista se llama kevlar y es un polímero resistente de fibra sintética. En vez de taparse los oídos para no oír las admoniciones del Papa contra el aborto, la laicidad y el relativismo, Zapatero se ha puesto un chaleco de kevlar para que le reboten en la pechera las palabras del Santo Padre. El presidente pacifista prefirió largarse a un escenario de guerra antes que recibir al mensajero universal de la paz; acaso porque sus paces son conceptos distintos. Benedicto XVI pronuncia passsssss con muchas eses, en vez de las zetas —la Academia obliga ahora a escribir «cetas», pero paso— con que nuestro líder posmoderno adorna su prosodia leonesa. La passsssss del Pontífice alude a un estado del espíritu, a la armonía ideal de un mundo iluminado por la bondad, y la pazzzzzzz del zapaterismo es una máscara retórica con la que disimular la misión bélica de nuestras tropas en el infierno desértico de Afganistán, tan beatífica que por si acaso es menester protegerse el torso con varias capas de material blindado.
Zapatero ha inventado el chaleco antiPapa. Una coraza simbólica con la que parapetarse del peligrosísimo mensaje del Vaticano, un escudo contra los sermones de destrucción masiva de largo alcance, tan largo que hay que irse hasta el Transcáucaso para quedar fuera de su radio de acción. El presidente del Gobierno español considera más leve el riesgo de un balazo perdido de los talibanes que la exposición directa a la homilía de una misa pontifical. Puede que en el fondo tenga razón: no hay arma de convicción más poderosa que la palabra de la gente de corazón limpio. Con su sola prédica y su ejemplo moral el antecesor de Ratzinger derribó el Telón de Acero, pese a que le pegaron dos tiros por no llevar el oportuno chaleco bajo la sotana.
El nuevo atuendo presidencial, este estilo war wear, puede marcar tendencia y volverse susceptible de propiedades multiusos en una política sobrecargada de conflictos. Tal vez podría servir en los desfiles del 12 de Octubre para refractar los abucheos, o en los mítines de Rodiezmo como defensa de la cólera desencantada de los sindicalistas mineros. Zapatero se ha convertido en un político impopular obligado a vestir de kevlar simbólico para resguardarse del descontento social que ha provocado en la calle. Rubalcaba es su chaleco viviente, la adarga que intenta protegerlo del desgaste electoral. El copresidentesí estuvo con el Papa en Santiago, habló con él a corta distancia y no parece que haya vuelto contaminado de radiactividad. Por si acaso, Zapatero sólo saludó durante cinco minutos al Pontífice en el aeropuerto de Barcelona, donde acudió a despedirlo como si pretendiera asegurarse de que se iba de verdad. Igual para tan embarazoso contacto conservaba puesto el blindaje bajo la americana.
Ignacio Camacho
www.abc.es
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