El Grupo de Río tiene algo de patio de colegio a la hora del recreo. Los muchachos se insultan, a veces se golpean, suena el timbre, llega el profe, detiene la pelea, les dice que se den la mano, y todos regresan risueños a clase. La ausencia de protocolo, agravada por el desenfado caribeño facilita los exabruptos verbales y la hiperactividad gestual de Chávez.
Sucede, sin embargo, que el incidente entre Colombia y Ecuador no puede zanjarse con un apretón de manos. Si Interpol determina que las tres computadoras halladas en el campamento de Raúl Reyes, segundo jefe de las FARC, no son una fabricación del gobierno de Uribe, la Corte Penal Internacional deberá actuar de oficio, investigar los hechos y castigar a los culpables. Según Diego Arria, ex presidente del Consejo de Seguridad de Naciones Unidas y experto en estos asuntos: «El hecho de que el presidente de Colombia (...) haya denunciado a los presidentes de Venezuela y Ecuador como cooperadores de los terroristas que mantienen secuestradas a 700 personas, no puede desaparecer por más apretones y sonrisas forzadas que se den».
Dinero venezolano
Los documentos hallados en la computadora de «Raúl Reyes» hablan del financiamiento de las actividades de las FARC con dinero venezolano: 300 millones de petrodólares. Describen la complicidad del gobierno del presidente Correa, quien ordena a un ministro la tarea de enlace con la narcoguerrilla y ofrece alejar de la frontera a los militares que entorpezcan la labor de los insurrectos. Aparecen los traficantes árabes dispuestos a vender misiles y los esfuerzos por adquirir uranio para, presumiblemente, construir bombas sucias capaces de contaminar con radioactividad a miles de personas.
Estamos, pues, frente a una organización tan siniestra como Al Qaida, cuya esencial diferencia es de carácter metafísico. Al Qaida está empeñada en una cruzada religiosa antisemita y antioccidental. Las FARC son una organización comunista construida dentro de la concepción estratégica y política de la Guerra Fría, que pudo subsistir tras la desaparición de la URSS y del Bloque del Este porque el narcotráfico y los secuestros le proporcionan los recursos para mantenerse.
Esto último es muy importante entenderlo. Hugo Chávez se percibe heredero de la tarea y responsabilidades que Moscú traicionó, y está convencido de que el eje Caracas-La Habana-Quito-La Paz es el embrión de lo que algún día será una potencia planetaria capaz de destruir al mundo capitalista occidental. Sueña con que a él le tocará el honor de haber sido el fundador de esa gloriosa etapa neocomunista. Por eso pacta, como hacía Moscú, con los elementos más radicales del mundo, sin tener en cuenta la ideología o los métodos que utilizan.
Las fuerzas «hermanas»
Quienquiera entender el comportamiento de Chávez debería asomarse a «La epopeya de la insurrección», un libro del general sandinista Humberto Ortega, que cuenta cómo los comunistas «nicas», con grandes sacrificios, montaron el aparato subversivo e insurreccional que liquidó a la dictadura de los Somoza, pero una segunda lectura del texto también demuestra la intensa colaboración y solidaridad entre las fuerzas «hermanas» del campo socialista y el vecindario antioccidental: cubanos, norcoreanos, rusos, terroristas palestinos. Chávez también heredó esa tradición y estrategia de «internacionalismo revolucionario», lo que incluye la complicidad total con las bandas criminales.
Moscú logró evadirse de las consecuencias de ese delito. Chávez, probablemente, tendrá peor suerte y puede acabar, como Milosevic, tras la reja.
Carlos Alberto Montaner
www.abc.es
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