sábado, 5 de abril de 2008

Zapatero está triste

El presidente está triste, ¿qué tendrá el presidente? Su boca no es de fresa, pero ha perdido la risa y el color y no es que no quiera el palacio, ni la rueca de plata, ni el halcón encantado, ni el bufón escarlata... No. Es que de tanto hacer el ridículo en los más notables escenarios internacionales, sin llegar a advertir que él es un efecto de su propia causa, está preso en sus oros, está preso en sus tules y quiere ser golondrina, quiere ser mariposa, tener alas ligeras y, sobre todo, seguir siendo presidente del Gobierno de España. Así será porque así lo han querido once millones de españoles.

El mayor encanto de la democracia estriba en que cualquiera puede ponerse al frente del Ejecutivo. No hay cuerpos cerrados que capaciten para ser primer ministro, ni exámenes previos. Ni tan siquiera un test psicotécnico como el que se exige para obtener el carné de conducir. Ahí radica también el mayor riesgo democrático. Por eso es importante la oposición, que también puede ser liderada por cualquiera, y su trabajo de control y seguimiento del Gobierno. Además, se supone, el Gobierno, integrado por personalidades valiosas y prestigiadas, aporta un surtido de conocimientos y experiencias especializados que facilitan y aportan garantía al trabajo de quien aquí -¿por qué?- conocemos como «presidente».

Lo de la cumbre de la OTAN en Bucarest ha sido tremendo. Todo un símbolo unívoco de la soledad hueca de José Luis Rodríguez Zapatero, pobrecito, y de lo errático de la política exterior que marcan, al alimón, su ignorancia y su contumacia. De ahí el temor de que, en vísperas de que forme su nuevo Gobierno -el de su reincidencia-, vuelva a reclutar ministros como Miguel Ángel Moratinos. Cualquiera puede ser presidente, pero ya no es tolerable que cualquier presidente consienta que un cualesquiera ocupe la cartera de Exteriores ni ninguna otra que exija conocimientos específicos, experiencia probada, respeto entre sus iguales y evidencias mínimas de talento.

A partir de la ya anunciada continuidad de los dos vicepresidentes que le acompañan, Zapatero debiera hacer un esfuerzo, que su partido tendría que exigir, para rodearse de personajes más capaces que Moratinos y podar el trazado de la política exterior, si es que hay alguno, de ideas sonsas como la Alianza de Civilizaciones o radicalismos tercermundistas. No es bueno que, por mínimo que resulte, Zapatero siga estando solo, como un apestado, en los foros mundiales.

¡Oh -dirá Zapatero-, quien fuera hipsipila que dejó la crisálida! Ruben Darío, que era un cachondo, sonríe desde el Olimpo y nosotros nos ponemos a temblar ante la hipótesis de que el líder socialista, por no enmendalla, persevere con Mariano Fernández Bermejo, Magdalena Álvarez y otras parecidas joyas con dientes en el Gobierno de España. No estará solo en la tristeza.

M. Martín Ferrand
www.abc.es

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