Aquella foto de Bucarest no fue una casualidad. Ni una excepción. Fue el vivo retrato del presidente del Gobierno español. José Luis Rodríguez Zapatero está solo en los consejos de la OTAN, donde los demás charlan animadamente a sus espaldas, y en el Congreso español, donde sólo los suyos le apoyan. El hombre de la Alianza de Civilizaciones que quería aislar al PP se encuentra aislado dentro y fuera de casa, sin que valga el «más vale solo que mal acompañado» de sus cortesanos, interesados en conservar sus canonjías. Él está solo y mal acompañado.
Zapatero buscaba la amistad de quienes no creen en España, dándoles a entender que les daría lo que le pidiesen. Pero cuando vieron que no se lo daba, no porque no quisiera sino porque no podía, han roto su matrimonio de conveniencia. Claro que no todo era ingenuidad por su parte. Maragall, Mas, el PNV, ETA sabían que ni siquiera un presidente de Gobierno puede dar todo lo que le piden y que la Constitución española establece estrictos límites que nadie puede saltarse, por muchas palabras susurradas al oído. Pero a nadie se engaña mejor que al que quiere ser engañado. Hoy lo sufren todos ellos, desde Maragall a los terroristas, pasando por una lista interminable de amigos y aliados circunstanciales.
Esta es la situación en que nos encontramos al iniciarse la nueva legislatura. Al presidente del Gobierno se le ha agotado el crédito. Sus socios ya no le fían y, en adelante, van a exigirle pago al contado por un apoyo cuyo precio es tan alto que difícilmente podrá pagarse. Pues ya sabemos lo que pide ETA, la independencia, y los nacionalistas, la soberanía, que es un mero eufemismo de aquélla.
En esta coyuntura, la gran pregunta es qué va a hacer el PP. El cuerpo seguro que le pide tomarse el desquite por los engaños, trampas, insultos y calumnias que el presidente le infligió durante la pasada legislatura. A muchos de sus seguidores les parecería bien, dulce, justo. Pero la revancha no es la mejor consejera en política, la interior sobre todo, ya que el fuego en una casa se extiende fácilmente a las vecinas. Algo que Zapatero olvidó por completo en su primer mandato. Pero no es él quien importa. Él es alguien que pasaba por allí cuando ocurrió el mayor atentado de nuestra historia. Quien importa es el país, cuyos problemas, la economía, la justicia, el terrorismo, la ordenación territorial, el agua, etcétera, se acumulan. El precio que los nacionalistas van a pedir para ayudarle a resolverlos, o agravarlos, va a ser exorbitante. El PP puede prestárselo gratis..., siempre que Zapatero olvide sus peligrosos experimentos y su política sectaria, y se ponga a hacer política auténticamente nacional. Es decir, que su segundo mandato nada tenga que ver con el primero. Eso sí, demostrándolo con hechos, no con palabras, pues tampoco puede olvidarse que estamos ante alguien cuya palabra vale lo que sus promesas. O sea, nada.
José María Carrascal
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