Juan Ramón Jiménez firmando en 1957 ejemplares de «Platero y yo» en la Universidad de Puerto Rico /ABC
La Junta de Andalucía, la Diputación de Huelva, la Residencia de Estudiantes y los herederos de Juan Ramón Jiménez han firmado un convenio por 140.000 euros por el que se comprometen a digitalizar, a partir de enero de 2010, la ingente cantidad de documentación que existe en la Sala Zenobia y Juan Ramón de la Universidad de Puerto Rico.
Carmen Hernández Pinzón ha declarado a ABC que esta «emocionada, porque ha sido uno de los principales objetivos de la familia desde hace muchos años. Primero porque el clima tropical no es el mejor para conservar documentos y ahora la digitalización permitirá la conservación del archivo, así como su organización y puesta a disposición de todos los investigadores del mundo».
El archivo de Juan Ramón es un océano de miles de papeles que no han sido catalogados aún convenientemente y de cuya investigación han ido saliendo grandes joyas de nuestra literatura, como saben los lectores de ABC. Durante los últimos años de su vida, Juan Ramón Jiménez se encerró en la Universidad de Puerto Rico tratando de dar un sentido a su obra, en una empresa de corrección y edición, dejando libros revisados, otros proyectados y algunos entrevistos, que daba la vuelta a toda su obra. Juan Ramón murió en 1958 sin poder acabar esta ingente labor. De hecho no ha sido hasta fecha reciente cuando hemos conocido la verdadera importancia de su obra en las letras del siglo XX.
Hablamos de un Nobel español, pero nuestro país ha tardado 50 años en saldar sus deudas con el poeta de Moguer. Tratando de decantar una obra inmensa que atravesaba el siglo, recibió el Nobel y vio morir a su esposa. Hasta cuarenta años después de su muerte no fue publicada de manera ordenada su obra final, la de mayor enjundia y la que rompe todos los clichés que pesan todavía sobre él entre nosotros.
En deuda con el Nobel
Hasta su cincuentenario España no le ha dedicado el esfuerzo y la difusión que merecen su obra y su vida, con ediciones y exposiciones ambiciosas. De hecho, hasta la conmemoración de los cincuenta años de su muerte hubo una querella entre las autoridades de su Andalucía y Huelva natal y sus herederos que se sentían maltratados. Durante años, la familia ha luchado con denuedo por dignificar la presencia pública de Juan Ramón y su esposa Zenobia, y todo eso desemboca ahora en este acuerdo de inmensa importancia para la cultura española.
El poeta de las dos orillas del idioma, que escribió en América buena parte de su obra, podrá ser analizado en muchos y desconocidos documentos originales, pero en una dimensión hasta ahora desconocida. Juan Ramón dice en uno de sus más bellos poemas que «Mi vida es esta ola./ Una vez, otra y otra,/ rompe en la estraña costa,/ deja su espuma sola,/y una vez, otra y otra/ vuelve por donde ahonda». Pues bien, el mar de papeles que Juán Ramón Jiménez dejó en Puerto Rico será explorado por investigadores de todo el mundo y tal vez pronto ese estudio a fondo de los cientos y cientos de carpetas y poemas sueltos, versiones y otras maravillas salidas de su pluma se convertirán en libros y noticias como la que publicaba ABC el pasado 28 de junio, dando cuenta del hallazgo del poema que cierra su libro «Dios deseante y deseado» y que enuncia su idea de Dios.
Jesús García Calero - Madrid
www.abc.es
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