El presidente Lula se equivoca invitando a Mahmud Ahmadineyad. Si la intención del brasileño era robarle el protagonismo en las relaciones con Irán a Chávez, el coste no puede ser más alto, pues quien de verdad sale beneficiado es el dirigente iraní.
Justo en un momento donde Teherán vuelve a rechazar la mano tendida de la comunidad internacional y cuando la discusión sobre nuevas sanciones está encima de la mesa, Brasil sale en defensa no sólo de alguien quien ha robado unas elecciones y ha impuesto una feroz represión sobre su propio pueblo, sino del derecho iraní a enriquecer uranio. Enriquecimiento, hay que recordar, que está sancionado por la mismísima ONU.
En Venezuela Ahmadineyad ha buscado sobre todo el acceso a las minas de uranio natural con el que abastecer su programa nuclear llegado el caso; pero en Brasil no busca más material que ganar legitimidad internacional. Y eso es lo que Lula le ha dado.
Afortunadamente no todos los brasileños siguen a su presidente y miles de personas se han manifestado en Río y otros lugares en contra de la visita oficial. Sorprendente, además, contemplar en las fotos e imágenes cómo los manifestantes no sólo enarbolan su bandera nacional, sino también la israelí, algo casi imposible de ver hoy fuera de Israel, por desgracia.
No en vano Israel es de las sociedades más tolerantes en temas como la homosexualidad y no en vano Irán -y el mundo árabe en general- la más intolerante, con penas de muerte para los gays. Tal vez las costumbres liberales de los cariocas les lleven a una solidaridad con el estado judío que nuestra fría razón nos impide. Y bienvenido sea.
Mientras Estados Unidos no se preocupe de verdad por Suramérica y España siga jugando a favor de los Castros, Chávez y Evos, quien se va a beneficiar son la gente como Ahmadineyad. Una pena que Lula se preste también a ello.
Rafael L. Bardají
www.abc.es
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