No son como el capitán Garfio de Peter Pan, que perdió un brazo a mordiscos de un cocodrilo. No son bucaneros, filibusteros o hermanos de la costa. Decirles «piratas» equivale a calificar de «guerrilleros» a los narcoterroristas de las FARC, por poner un ejemplo. Estos llamados piratas somalíes no combaten contra barcos preparados para una respuesta armada. Secuestran pesqueros. Y lo hacen con costosas y eficaces armas, modernos fusiles «kalashnikov» y lanzacohetes de corta y media distancia. Son por lo tanto, terroristas, que, en el caso que nos ocupa y nos preocupa, embarcaron en un atunero supuestamente español y han cobrado del Gobierno de España una gran cantidad de dinero a cambio de las vidas de los pescadores, en su mayoría vascos y gallegos. Dos fragatas de nuestra Armada, la española, acudieron en su ayuda.
El embajador de España en Kenia fue el encargado de negociar con los representantes de los terroristas costeros el precio de las vidas de sus compatriotas. La gestión del Gobierno está siendo muy criticada, y con sobrada razón. Los terroristas huyeron y parece ser que en la ciudad de Haradhere el dinero vuela, los disparos de júbilo se repiten, el alcohol no se acaba y la droga se compra y se vende con el dinero del rescate. Los pescadores están en las Seychelles, sanos y salvos, y a partir de ahora los barcos de pesca con pabellón español llevarán a bordo personal armado y los buques de nuestra Armada vigilarán a los atuneros españoles. Todo bien. Pero vayamos hacia atrás. Al día en que los terroristas costeros somalíes abordaron al «Alakrana» y secuestraron a los pescadores.
Los terroristas supieron que el barco asaltado era español sólo cuando lo abordaron. El «Alakrana» navegaba sin pabellón, sin bandera. Un barco que navega sin bandera es lo que antaño se denominaba un «barco pirata». El «Alakrana», por orden de su armador, por capricho de sus tripulantes o por vayan ustedes a saber por qué, pescaba en aguas de Somalia sin identificación nacional. Tengo entendido que la ausencia del pabellón nacional en un buque mercante o de pesca es ilegal. La bandera concede derecho de territorialidad al barco que la lleva.
¿A qué nación pertenecía el «Alakrana» cuando fue asaltado por los terroristas somalíes? A ninguna. Era un barco de nadie. Por ello, un barco pirata. Por ello, un barco perdido cuyos tripulantes no podían esperar la reacción de un Gobierno, de un Tesoro Público, de un embajador y de una Armada que los amparara y defendiera. El «Alakrana» llevaba una «ikurriña», que es grímpolon y no bandera nacional. No existe ese pabellón en el código de banderas de la mar. La «ikurriña» en la mar tiene la misma importancia que la bandera del Real Madrid o el Getafe. Es un capricho. No obstante, al estar el «Alakrana» matriculado en Bermeo, con patrón español y una buena parte de tripulantes españoles entre vascos y gallegos, España y su Gobierno –con acierto o sin él–, acudieron en su socorro. Y ahí está la contradicción. Una nación, un Estado, acudió en socorro y ayuda, pagando un alto rescate, por un grupo de pescadores españoles que, asaltados por terroristas, navegaban en un barco que ocultaba su bandera, o lo que es igual, un barco pirata.
Alfonso Ussía
www.larazon.es
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