quinta-feira, 19 de novembro de 2009

Solemne mamarracho

La penúltima del «Gorila Rojo», porque cada día nos deleita con una mamarrachada nueva, es poner a dieta a los venezolanos. A ellos, porque ellas, en palabras del propio Hugo Chávez, «nunca están gordas, sólo rellenas». Ha logrado adelgazar nueve kilos y ordena al país «ponerse en forma».

Justo lo que hizo Sadam Husein, poco antes de la I Guerra del Golfo. El dictador iraquí hizo elaborar unas tablas, fijando por decreto la correlación «correcta» entre peso y altura y en aquella época, ajenos a la tragedia bélica que se avecinaba, decenas de miles de sufridos funcionarios correteaban al amanecer por Bagdad sudando como pollos y resoplando como búfalos.

Pronto veremos un espectáculo así en Caracas, porque el tirano es proclive a tirar de decreto y anda sopesando imponer las duchas de tres minutos, el uso nocturno de candiles y otras medidas «ahorrativas». Medidas que Chávez y sus secuaces se pasan por la entrepierna. Acaban de incrementar en un 63% el presupuesto de Presidencia y él, que ordena a la ciudadanía lavarse con un vaso de agua, se reserva 600.000 dólares para «aseo personal».

Si no fuera tan dramática la situación en Venezuela, sería para reírse. El «Gorila» sólo ve la democracia como una herramienta, vulnera hasta el tuétano la libertad de prensa, ha convertido un plató -el de ese esperpéntico programa televisivo que es «Aló Presidente»- en el sucedáneo del Congreso y se dedica a financiar narcoterroristas en Colombia y seudorrevoluciones en Bolivia, Nicaragua, Honduras o Ecuador.

Cuando llegó al poder, en 1999, el barril de petróleo estaba a 20 dólares. Ahora, tras los subidones de 2008 cuando llegó a tocar los 135 dólares, está en 80 dólares. Para Venezuela, que vende el 60% de su producción a EE.UU., tendría que ser el maná, la llave para salir de la pobreza, pero esa fortuna en manos de un trastornado como Chávez, es una maldición.

Alfonso Rojo
www.abc.es

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