sexta-feira, 27 de novembro de 2009

Estado de miedo

El malogrado escritor estadounidense Michael Crichton tuvo el valor de denunciar los peligros que entraña politizar la ciencia. En su obra Estado de Miedo el lector asiste a un espectáculo nada ajeno a lo humano: cómo los prejuicios e intereses, debidamente barnizados de ciencia –en esta era de la ciencia y de la tecnología en la que vivimos– pueden guiar el curso de los acontecimientos, obstaculizando el flujo de información veraz y magnificando, a través del altavoz de los medios, acontecimientos irrelevantes o interpretaciones espurias. Los políticos crean, ayudados por los medios de comunicación y los juristas, un Estado de miedo. Tras caer el muro, hacía falta un recambio para el miedo nuclear y el miedo al enemigo soviético o americano: la izquierda mundial se consagró a la madre tierra y al miedo a que la destruyéramos, suicidándonos al hacerlo. Para ello siguió recurriendo al enemigo de siempre: el capitalismo. La globalización del capital es la responsable no sólo de los males que nos aquejan hoy, sino también de los que nos sobrevendrán mañana. El clima está cambiando por la acción humana, y la acción humana debe detenerse. Hay que dejar de crecer y de producir.

La ficción de Crichton gira en torno a la incontrovertible verdad de esta gran mentira de nuestro tiempo que es el calentamiento global. El autor, de haber estado aún entre nosotros, no se habría extrañado en absoluto del contenido de los emails que se han puesto recientemente a disposición de los internautas. Un osado informático penetró en el sistema del Climate Researche Unit de Reino Unido y extrajo de allí los correos que habían enviado y recibido los miembros de este organismo que estudia el cambio climático. En dichos correos queda claramente de manifiesto el fraude permanente y sistemático que constituían su presunta independencia y sus informaciones objetivas. Al penetrar entre los bastidores de la ciencia climática al servicio del poder político, hemos descubierto cómo estos tramoyistas seguidistas del guión oficial preparan los decorados catastrofistas que servirán de fondo a la farsa política.

Pronto en Copenhague se reunirán los líderes globales para hablar del clima global y proponer soluciones globales. En España se aprobará la Ley para una Economía Sostenible. Pero parece que el único amaño que interesa al público es el del circo mediático de los partidos de la Champions o el de la mano de Henry. Los primeros que han denunciado en nuestro país el revelador contenido de las comunicaciones informales de los miembros del CRU han sido los blogs Desde el Exilio y Políticamente Incorrecto y este periódico, Libertad Digital. Los grandes medios, que llevan tanto tiempo dando cobertura al cuento de miedo del calentamiento global, no podrán ocultar esto por mucho más. No estamos hablando de la travesura de un colegial que pone al descubierto la mentirijilla de un profesor. Hablamos de una trasgresión de la ley que ha puesto de manifiesto cómo se tergiversan los datos para elaborar la ley, una ley perversa al servicio de los intereses de unos pocos. Debajo de esta puntita hay un iceberg de enormes proporciones. Y ese iceberg no se ha desprendido por un aumento global de las temperaturas en el planeta. Es un gran conglomerado sociológico-mediático-político.

En ciencia se suele hablar de cambio de paradigma cuando una teoría largamente defendida por la comunidad científica da paso a otra nueva que la sustituye como nueva explicación de los fenómenos naturales. Ahora que esta farsa ha quedado al descubierto, la izquierda política tendrá que buscarse un nuevo paradigma para dilapidar la riqueza. El cuento del calentamiento global ya no cuela. Ese gol no nos lo meteréis más con la mano.

Javier Moreno, economista. Colabora en los blogs La Nueva Ilustración Evolucionista y Desde el Exilio.


Nota: El autor autoriza a todo aquel que quiera hacerlo, incluidas las empresas de press-clipping, a reproducir este artículo, con la condición de que se cite a Libertad Digital como sitio original de publicación. Además, niega a la FAPE o cualquier otra entidad la autoridad para cobrar a las citadas compañías o cualquier otra persona o entidad por dichas reproducciones.

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