Recibo por correo electrónico el vídeo de una familia musulmana en el que todos están de cuclillas, sin hacer nada, hablando de sabe Dios qué y canturreando una extraña melodía en árabe. De fondo se puede apreciar a un par de mujeres pasando cosas, no sé, trapos, de una bolsa de plástico a otra. De repente, a una de ellas se le ocurre intervenir en la conversación y en el canturreo, y el que aparenta ser en el vídeo el padre de la familia se levanta y se lía a patadas, a puñetazos y a pisotones en la cabeza con ella, sañudamente.
No doy crédito a lo que veo; más tarde leo en el titular de un periódico que aquí, en España, una mujer embarazada, también árabe, recibe una brutal paliza por no llevar el velo. A consecuencia de la brutal paliza, aborta, y yo sigo también sin dar crédito, incrédula de que estas cosas sean una realidad que se produce a diario.
¿Y luego me vienen con mandangas tipo «Alianza de civilizaciones»? Hombre, no. Primero que civilicen al mundo musulmán, y luego que hablen de alianza, pero en esas condiciones me pregunto qué tenemos en común para aliarnos con semejantes cafres, vagos, maltratadores, humilladores… Pues ya tenemos bastantes en nuestro país como para estrechar lazos con esas malas bestias.
Se trata de evolucionar, no de volver a la prehistoria. Que no me mareen la cabeza.
Marina Castaño
www.larazon.es
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