El profesor de KUL (Universidad Católica de Lublin) Karol Wojtyla llevó su lucha de desmontar al comunismo desde su posición antropológica, como profesor de la materia (se puede consultar sus libros: Mi visión del hombre y El hombre y su destino, editados por Palabra), y desde 1979, cuando proclamado Papa, con su primera encíclica, la "Redemptor hominis", y su primer documento social, el "Laborem exercens", de 1981. El Papa eslavo nunca dejó de ser polaco, en su primera visita a Polonia, un tercio total del país acudió a verle, su respaldo al sindicato libre de Solidaridad, surgido en los astilleros de Gdansk, y liderado por el electricista Lech Walesa, contó con todo el apoyo de la Iglesia Católica. Solidaridad se convirtió en el referente transversal de los trabajadores, campesinos, estudiantes e intelectuales, eran la nación en movimiento. Juan Pablo II quien les había enseñado la “medida” de ser hombre, la importancia de la dignidad humana. Según la tradición histórica polaca, en el periodo de la monarquía electiva, antes de elegir un nuevo rey que sucediese al fallecido, el primado de la Iglesia se convertía en cabeza provisional del Estado polaco. De esa misma forma, el cardenal Wizinski, había ejercido el liderazgo de la Iglesia Católica frente a las autoridades comunistas, y el cardenal Wojtyla había seguido su magisterio. Años después, cuando fue elegido Papa, el abrazo del Pontífice polaco al “rey sin corona” Wizinski fue una imagen que resumía décadas de martirio y dolor.
El comunismo se había desplomado, pero Juan Pablo II no dejó de mostrar su preocupación por la progresiva descristianización del continente europeo, y se enfrentó a la decisión unilateral de los EEUU de iniciar su expansión por el control del petróleo en el Golfo Pérsico. Después de veinte años de la caída del comunismo, la Iglesia todavía lucha por la dignidad humana contra el alzamiento del Muro del relativismo, de su utilitarismo, de la degradación ocasionada por la impregnación de la cultura de la muerte.
José Luis Orella
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