sexta-feira, 6 de novembro de 2009

¿Calentamiento global? Mejor póngase un jersey

Mucho se habla del calentamiento global, pero cada vez hace más frío. El año pasado nevó en Buenos Aires, y este mayo, en Arabia Saudita. En el Hemisferio Sur la primavera está llegando a finales de octubre, y en el Norte el invierno está bajando antes de hora.

¿Cuál es la verdad acerca del fenómeno atmosférico que permitió a Al Gore amasar una fortuna de 100 millones de dólares y hacerse con el Nóbel? (Por cierto, el ex vicepresidente norteamericano se resiste a contestar preguntas sobre su película Una verdad incómoda, acusada de estar fundamentada en información inexacta).

La teoría del calentamiento global, como otras de las que se sirve la progresía para adjudicarse la potestad para proteger el planeta –como si el universo le perteneciese y sólo a ella le interesara–, está llena de incorrecciones y falsedades. No obstante, le sirvió para alzar una bandera política atractiva y llenarse los bolsillos. Desde 1990 se han gastado más de 50.000 millones de dólares en esa conjetura.

Para entender el cambio climático hay que recordar que, a través de los tiempos, siempre hubo ciclos de frío y calor. Los más conocidos duraron de tres a cuatro décadas. Sólo con la ciencia moderna se ha podido constatar con precisión esas fluctuaciones. En realidad, los periodos llamados de calentamiento fueron aquellos en que la Tierra recuperó su temperatura normal después de un frío intenso.

Como todas las estrellas, el Sol tiende no a recalentarse y brillar más, sino a enfriarse y apagarse. Si bien la mengua demorará muchísimos millones de años, hasta su extinción, la tendencia del Sistema Solar es hacia el congelamiento. Ese proceso no es el que hoy nos afecta, pero vale acudir a su mención para que no perdamos la perspectiva acerca del funcionamiento del Cosmos.

Lo que sí parece que tiene mucho que ver con las bajas temperaturas actuales, y según los científicos es la causa primaria del sorpresivo frío que está llegando a sitios inéditos, es la disminución de las manchas solares. La llamada Pequeña Edad del Hielo, que azotó Europa del siglo XVI al XIX, con intervalos de ligero calentamiento, fue consecuencia de un acontecimiento similar.

La información actual más precisa acerca del cambio de temperaturas aparenta estar en manos de la red Argo, consistente en más de 3.000 pequeños robots que se encuentran flotando en los océanos. Los robots se sumergen hasta 1.000 metros o más, obtienen las temperaturas submarinas, salen a flote y transmiten la información a sus satélites.

Los datos indican que los océanos han estado enfriándose; hay descensos en la temperatura ambiente desde 2004, y posiblemente desde 2003, cuando comenzó el proyecto Argo.

Los datos razonables sobre la temperatura del aire se remontan únicamente a 1880. Los análisis sobre la tendencia ascendente y sus oscilaciones son resultado de consideraciones empíricas. Los cálculos que predicen futuras elevaciones en las temperaturas se basan en observaciones no comprobadas de la evaporación del agua.

Se registraron vaivenes climáticos que duraron alrededor de 30 años en ambas direcciones: 1882-1910, enfriamiento; 1910-1944, calentamiento; 1944-1975, enfriamiento; 1975-2001, calentamiento.

En 2009 la temperatura empezó a caer levemente, y los expertos indican que estamos entrando en una etapa de enfriamiento que durará hasta 2030. La propensión a largo plazo sugiere que el último periodo de calentamiento (1975-2001) fue como el previo (1910-1944), y que una vez que hayan pasado los efectos polares la Tierra retornará a su periodo cálido normal.

¿Qué hay de la influencia humana? No existe evidencia alguna de que el dióxido de carbono (CO2) fuese la causa principal del calentamiento reciente: es sólo una suposición. Calentamiento atmosférico, como vimos, también hubo en el pasado.

Antes de 1850 las emisiones humanas de CO2 prácticamente no existían, y comparadas con los niveles actuales eran insignificantes hasta después de 1945. De manera que el efecto invernadero es un argumento sin sustento científico. El CO2 representa apenas el 0,038 por ciento de la atmósfera, y no es tóxico. Todos los seres vivientes lo exhalamos al respirar.

Del 7 al 18 de diciembre se celebrará la Cumbre de Copenhague, que tendrá como objetivo concluir un nuevo acuerdo mundial de lucha contra el calentamiento del planeta; un acuerdo que prosiga e intensifique los esfuerzos del Protocolo de Kioto, que expira en 2012. Gordon Brown convocó un foro en Londres, al que acudieron las 17 economías que generan más emisiones de CO2, para facilitar la búsqueda de una postura común antes del encuentro danés.

"Hay que evitar la catástrofe que generará el calentamiento global debido a los efectos del dióxido de carbono, causante del 90 por ciento del efecto invernadero", dijo en su día el premier británico. En este razonamiento se resume la visión que los progres tienen del clima. Parece que no se expusieron a la intemperie. En vez de apoltronarse en sus lujosos autos, aviones y palacios, artificialmente atemperados, los gobernantes izquierdistas deberían salir a la calle para tomar contacto con la fría realidad.

El enfoque de las izquierdas sobre el clima es tan ciego e incoherente como su pensamiento general. Siempre se apoyan en teorías erróneas. Se enfrascaron en negar la naturaleza económica y social del ser humano, y ahora se resisten a aceptar la indiscutible condición del tiempo.

José Brechner
© Cato Institute

http://revista.libertaddigital.com

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