Astrolabio del siglo XI /ABC
«Ágora», la última película de Amenábar tiene como protagonista a Hypatia de Alejandría. Considerada por muchos como la primera mujer científica de la historia, dedicó muchos de sus estudios a la astronomía. Pero, ¿cómo era su cielo?, ¿cómo veían nuestros ancestros los cuerpos celestes? Un ciclo organizado por el Museo Arqueológico Nacional en Madrid abre una puerta al pasado para asomarnos hasta su visión del cosmos, apoyado por piezas que forman parte de su colección permanente.
La disciplina que estudia esa visión se denomina arqueoastronomía. «Intenta explicar la astronomía en las culturas prehistóricas, antiguas y tradicionales. Todo ello desde un punto de vista interdisciplinar, en el que están involucrados la historia de las religiones, la etnografía, la arqueología, la astronomía, el arte... Parece un término un poco confuso y ahora se intenta extender el de arqueología de las culturas», explica César González, astrofísico del departamento de Física Teórica de la Universidad Autónoma de Madrid, que ha participado en las jornadas con «Dólmenes, orientaciones y relaciones de familia».
Precisamente, el estudio de las orientaciones de los monumentos megalíticos es uno de los campos más fascinantes de la arqueoastronomía. César González se dedica a su investigación en la Península Ibérica. «Nos centramos en un área donde se concentran un gran número de elementos megalíticos, por ejemplo, los dólmenes. Y allí buscamos los que se hayan construido más o menos en la misma época. Esta disciplina mide sus orientaciones para averiguar si existe algo sistemático. Y lo que se ha visto es que la mayor parte de esos monumentos tienen su orientación hacia un mismo punto en el horizonte», relata este especialista. Así ocurre, por ejemplo, en el centro-sur de Portugal y cerca de la frontera con Extremadura, donde hay un cúmulo muy grande de dólmenes (con una cronología en torno al 4.000 o 4.500 a. C.) y todos tienen la entrada a la salida del sol en algún momento del año. Pero hay otros monumentos, por ejemplo, en el sur de francia o incluso en las Baleares en los que la orientación es la opuesta.
«El problema es precisamente intentar distinguir si el objeto de interés era el sol o la luna, porque ambos salen por la misma zona del horizonte», explica César González. Para aclarar el misterio, se realizan estudios estadísticos y una serie de modelos de las orientaciones de acuerdo a los movimientos del sol y de la luna. «Lo que vemos es que, efectivamente, en algunos casos el sol es más importante y en otros, parece serlo más la luna», asevera el especialista.
Vida y muerte
Una vez establecida la orientación, el siguiente paso es averiguar el porqué. Sin embargo, las culturas que construyeron esos megalitos no nos dejaron nada escrito. A través de la información de otras culturas acerca de ellos o de investigaciones de antropólogos y etnólogos se ha visto que tanto el sol como la luna eran muy importantes para ellos. En primer lugar, el sol domina el día y además marca los ciclos del año, así que, obviamente, es una divinidad muy poderosa y adquiere también un significado simbólico. «Por ejemplo, el solsticio de invierno -explica César González-. Conforme nos vamos acercando a él, los días son cada vez más cortos y las noches, más largas. En ese sentido, podemos comparar el día como el periodo de la vida y la noche, con la muerte. A partir del solsticio de invierno la situación se invierte: los días son cada vez más largos y las noches más cortas, por lo que el sol ha vencido a la muerte. De hecho, algunos de los megalitos que tienen una función funeraria están orientados hacia el solsticio de invierno».
También en el caso de la luna hay una relación con la vida y la muerte. Sus ciclos (nace, tiene un esplendor, un periodo de decrepitud, desaparece y vuelve a nacer) se asocian con una conexión con el mundo de los muertos y, para muchas culturas, la luna es el elemento que transporta las almas al más allá.
Las últimas investigaciones acerca de las orientaciones de los monumentos megalíticos de la Península Ibérica y el entorno (Baleares, sur de Francia, Córcega, Cerdeña) indican que, independientemente de la época en que fueron construidos, su orientación es similar cuando pertenecen a regiones cercanas. «Por ejemplo, los del Alentejo tienen una orientación parecida a los de Cáceres y estos, a los de Badajoz. Esto nos ha permitido establecer en algunos casos relaciones de familia. Sin decir que uno ha trasmitido la orientación a otro, lo que sí se puede afirmar es que las orientaciones son lo suficientemente importantes como para haberse mantenido a lo largo de miles de años».
Astrología en el Museo
Otra rama de la arqueoastronomía se dedica al estudio de la relación de los mitos con los objetos celestes o con algún evento astronómico y también con sus manifestaciones artísticas. «Desde los orígenes de la Humanidad, el cielo estrellado, los fenómenos astronómicos han formado parte de nuestra vida. Siempre hemos buscado el origen del universo. Esa búsqueda ha influido en las culturas desde siempre. En este contexto, los mitos sirven para orientarnos», asevera Monsterrat Villar, investigadora del instituto de Astrofísica de Andalucía-CSIC y coordinadora del Año Internacional de la Astronomía 2009.
Y aquí juega un papel estelar la colección permanente del Museo Nacional de Arqueología. Una de las piezas más importantes, a juicio de Villar, es la escultura de la Musa Urania. Esculpida en mármol entre fines del siglo II y el I a. C., fue descubierta en Málaga y «es una de las piezas más antiguas que demuestran que la astronomía ya tenía su musa», indica esta experta, que también ha participado en el ciclo con la conferencia «Astronomía en el Museo Arqueológico Nacional».
Tal y como nos cuenta Hesíodo en su «Teogonía», en la mitología griega, Urania era la menor de todas las musas del Monte Helicón, consideradas divinidades secundarias y que tenían diferentes atribuciones. «Suele representarse vestida de azul, color que representa la bóveda celeste, y con un globo terráqueo», explica Montserrat Villar.
Esta especialista también destaca los astrolabios que están expuestos en el museo. «Son auténticas joyas. Servían para orientarse en la bóveda celeste», dice Monsterrat. De hecho, se afirma que la misma Hypatia los utilizaba para sus investigaciones. En el Arqueológico se puede ver, entre otros, el Astrolabio de al-Sahlî, que data de la época de la Taifa de Toledo.
Muy interesante resulta también el Mosaico de los meses y las estaciones de Hellín (Albacete), protagonista de otra de las conferencias impartida por Ángeles Castellano, la conservadora del Museo Arqueológico Nacional.
César González se queda, además de las representaciones de los monumentos megalíticos, con los ídolos placa. «Se trata de unas placas con una forma característica ligeramente antropomorfa, con una serie de marcas dentro. Hace unos años una serie de investigadores descubrieron que esas marcas se podían interpretar como cuentas de un calendario lunar», aclara el experto.
También hay cuencos, representaciones solares, relojes de sol, collares... Todo un universo que refleja la pasión humana por la bóveda celeste a través de todos los tiempos.
Celia Fraile - Madrid
www.abc.es
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