Escribir un libro es llorar. La razón es que en España se escribe más que se lee (y no digamos ahora con los SMS y los blogs) y se conversa más que se escribe. Estamos ante una cultura locuaz. Cabe la salida de escribir para que otros hablen. Me he pasado media vida en ese ejercicio de escribir muchas páginas que suscitan comentarios. Detrás de cada publicación hay una historia, bastantes sufrimientos y también muchas satisfacciones. Aparte de lo escrito, está lo vivido. Así que contar todo eso puede que tenga alguna utilidad. |
Lo hago a los 73 años de edad, con algunos más por delante (espero), antes de que empiece a perder la memoria. No se espere un expediente completo de mis méritos y vicisitudes. Bastará una media filiación y el relato de algunas vivencias, más que nada porque son el exponente de una generación.
Nací el 20 de enero de 1937, en plena guerra civil. En esa fecha el Caudillo inauguraba en Salamanca las instalaciones de Radio Nacional de España, un regalo de Hitler. El ABC de Sevilla de ese día daba este parte de guerra: "La jornada de ayer fue tranquila en todos los frentes, con excepción del de Madrid, donde los rojos atacaron el Cerro de los Ángeles, siendo rechazados violentamente por los nacionales". La Vanguardia de Barcelona ("diario al servicio de la democracia") del mismo día titulaba así la "información general": "El Cerro Rojo, antes de los Ángeles, en poder de nuestras tropas". El contraste de esos titulares es todo un símbolo de que nací en la era de la propaganda.
Aporto la primera reacción ante la amenaza de que estaba escribiendo mis Memorias. Han sido muchos los que me han dicho: "Supongo que serán varios tomos" o "serán varios miles de páginas". Materiales hay para ello, pero supondría un tostón esa minucia de datos e incidentes sobre mi persona. Así que este tomito es una síntesis de lo vivido y lo que merece ser recordado. Al hacer esa reducción me entra la sospecha de que he vivido muchos más años de los que tengo. Incluso me asalta la impresión de que he tenido varias vidas, tan inquietas han sido. Es una extraña sensación. La tendencia dominante en mi mundo es la de tener menos años de los cumplidos. En cuyo caso lo mejor es abstenerse de escribir las Memorias. Esa es la respuesta que dan muchas personas eminentes que conozco, pero mi opinión es que harían bien en narrar sus experiencias.
Una vida humana es poca cosa, a no ser que refleje otras vidas, que sea móvil, que reciba y que dé influencias. Por ese lado no puedo quejarme. He tenido cerca a muchas personas que he admirado y supongo que habré influido en otras. Esa ha sido mi fortuna: estar cerca de tantas personas interesantes. También cuentan las personas que se han despegado de uno, pero sus razones tendrán. Por todo ello estas Memorias tienen algo de sinfónico, orquesta y coro. Se retrata aquí el trabajo de una generación, los nacidos en torno a la guerra civil de 1936. No podemos quejarnos. Hemos vivido intensamente la experiencia de la gran transformación de la sociedad española. Es una sociedad que lo aguanta todo.
Como mi vividura ha sido esencialmente trabajo, esfuerzo, es natural que la cuente a partir de los muchos miles de páginas que he escrito. No porque tenga que defenderlas, sino porque, en buena parte, lo que ha dado sentido a mi vida ha sido el trabajo. No es algo de lo que quepa estar siempre orgulloso o satisfecho, pero ha sido así. Además, ha representado una tarea esencialmente polémica. Cualquiera que haya seguido algunos episodios de mi ajetreada vida habrá anotado esa constante. Ha contado la fortuna, también el esfuerzo, pero sobre todo la necesidad; por citar la famosa tríada de Maquiavelo.
Comprendo que este libro sea una provocación, no solo porque se atreve a ir contra la norma pudorosa que obliga a no hablar mucho de uno mismo. Le peor es que en estas páginas deslizo muchos nombres propios. La tradición intelectual en España es escribir sobre abstracciones y, en todo caso, mencionar a autores extranjeros, por lo general desconocidos. Decididamente, me opongo a esa norma. Si tengo que dar cuenta de mi vida, será menester que incluya los nombres de las personas que me han influido. Cuando hurto alguna información sobre nombres es por respetar su intimidad o porque simplemente se me han olvidado.
Las citas que hago, las que más me estimulan, no son siempre con las que estoy de acuerdo; muchas veces son con las que disiento. Lo mío no es tanto argüir "como dice Fulanito" (para buscar apoyo) como "en contra de lo que dice Fulanito" (para estimular el disenso). A pesar de ello, me he encontrado muchas veces son autores que me agradecen que haya citado sus frases, sin percatarse de que lo he hecho como crítica y contraste. Si bien se mira, esa actitud es la marca de lo que llamamos ciencia. Es una planta que medra mal en el suelo español. A veces, en los avatares profesionales, me he sentido cerca de lo que hubiera podido ser un torero en Finlandia.
Las biografías que solemos consultar son más bien "prosopografías", esto es, descripciones de los sucesos externos de la vida auténtica de una persona. Entrar dentro de ella, la introspectiva, es operación difícil y rara. Siempre será mejor que la haga uno mismo, pero entonces el natural pudor y el qué dirán obligan a destapar solo un poco. En definitiva, nos encontramos ante una operación casi imposible. La esposa del sátrapa, cuando necesitaba ser examinada por un médico, hacía que fuera una de sus siervas la que se sometiera a la inspección. No parece una solución muy racional, pero es lo que hacemos muchas veces al tratar de expresar nuestros sentimientos. La salida es poner por delante los ajenos. Voy a ver si trato de eliminar el falso pudor que me aqueja para someterme a la curiosidad de los lectores.
NOTA: Este texto son las primeras páginas del más reciente libro de AMANDO DE MIGUEL, MEMORIAS Y DESAHOGOS, que acaba de publicar la editorial Infova.
Amando de Miguel
http://findesemana.libertaddigital.com
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