Vivimos acobardados y sometidos al «buenismo» políticamente correcto imperante. «Todas las muertes son lamentables», se acostumbra a decir. Nada de eso. Hay muertes que merecen bailes y fiestas. Un inocente muerto es una tragedia. Un terrorista muerto es motivo de algarabía. Me ha hecho feliz la noticia de la muerte del «Mono Jojoy», el jefe del narcoterrorismo colombiano de las FARC. De «guerrillero» lo motejan los tibios. Asesino a secas. El heredero de Marulanda «Tirofijo», también al hoyo. Y yo al bollo mojado en café de Colombia, festejando el desayuno. Que la selva se coma a sus propios gusanos. Como ha hecho con los restos inhumanos de «Tirofijo», de «Raúl Reyes», de «Iván Ríos», de «El Negro Acacio», de «Martín Caballero» y tantos otros. Ahora hay que acorralar a «Alfonso Cano» e «Iván Márquez», los «Himmler» supervivientes de las FARC. O los Stalin, que tanto monta, monta tanto.
Al hoyo, y bien tapadito, para que no escape ni una aerofagia descompuesta de su cadáver. Se acumulan en su cuerpo abatido por el Ejército de Colombia –¡enhorabuena!– centenares de asesinados, centenares de familias destruidas, decenas de miles de horas sin libertad de secuestrados. Sufrimientos, torturas, humillaciones, y litros y litros de sangre inocente derramada. ¿Hay que lamentar su muerte? Para nada. Colombia, en ocasiones tan sola e incomprendida, le está ganando la guerra al terrorismo más cruel y despiadado del mundo.
Más aún, si se pueden establecer equivalencias desde el horror, que el de Al Qaeda, Hamas, el IRA o la ETA. ¿Lamentan los colombianos de bien, su inmensa mayoría, la muerte del «Mono Jojoy»? Siguen celebrándola, bailándola y embriagándola. Brindo desde España con todos ellos. Y no bailo para no estropear la fiesta.
Alguien escribirá que «ha muerto un guerrillero». Siempre hay que dejar un espacio a los idiotas para que desahoguen sus empanadas mentales. Intuyo una honda tristeza en las selvas fronterizas del bolivariano. Con motivo de la muerte de «Tirofijo», Chávez se deshizo en lágrimas y elogios. Ánimo, colombianos, y a por ellos. El Presidente Santos ha seguido el gran camino marcado por el Presidente Uribe. Y no olvidemos a Pastrana, y a todos los que desde la cumbre del poder político de Colombia han sentido la soledad de su lucha. Porque ahora, al fin, la vieja, distante y soberbia Europa ha empezado a aplicar correctamente las palabras a los hechos. Y aunque los hay, y los habrá, cada día que pasa se habla menos de la «guerrilla» y más del terrorismo, y menos de los «guerrilleros» y más de los criminales.
Me encantaría enviar un infinito y apretado abrazo a todos los colombianos firmes, demócratas, resistentes, pacíficos y libres. Ellos son, además, culturalmente, los mejores custodios de la palabra española. Están ganando y van a ganar. Menos derroche del dinero público y más ayuda, compacta y verdadera, a la nación hermana que más ha sufrido el dolor y la injusticia. ¿Tengo el derecho de manifestar mi alegría por la muerte del «Mono Jojoy»? Lo tengo y me sobra. Un beso a Colombia, mujer fuerte.
Alfonso Ussía
www.larazon.es
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