El Santo Padre beatificó ayer solemnemente al cardenal John Henry Newman en su viaje apostólico al Reino Unido. Aunque para muchos de nosotros tal vez sea una figura desconocida, fijémonos en que el Papa hace una excepción, pues hasta ahora siempre había delegado las beatificaciones en diferentes representantes suyos.
¿Qué tiene de singular este nuevo beato que la Iglesia nos propone como ejemplo en el seguimiento de Cristo? Cada ser humano, por supuesto, es único y singular, pero en el caso del cardenal Newman, se unen unas circunstancias que a todos nos afectan, ya que fue un hombre inmerso en el mundo moderno y científico, que en un momento en el que las dudas sobre Dios y la existencia humana afectaban profundamente su interior, buscó sin miedo y sin prejuicios la verdad más profunda sobre la vida humana. Para él, la razón humana fue el instrumento que le ayudó a encontrarse con el Dios verdadero y que le preparó para recibir el don de la fe.
Hoy que tanto se cuestiona la posibilidad de armonizar fe, ciencia y razón, el cardenal Newman aparece como un ejemplo del amor profundo que todos debemos profesar por la verdad. En segundo lugar, fue un hombre que siempre vivió en completa fidelidad a su conciencia, entendiendo perfectamente el concepto de libertad de conciencia, libertad que siempre crecía en proporción a la verdad y a la recta razón que iluminada por la fe guiaban su intimidad. Nosotros reclamamos esa libertad precisamente para justificar muchas veces lo injustificable.
Por último, no le tembló el pulso ante el juicio de la sociedad que en su tiempo vio su conversión de la Iglesia anglicana al catolicismo como una posible traición. Todo lo contrario, desde una honestidad y una razonabilidad completa argumentó con claridad cómo en la Iglesia católica se encuentra la plenitud de la revelación que Dios ha manifestado en Cristo.
Jesús Higueras
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