En la madrugada del pasado sábado murió a los 75 años José Antonio Labordeta. En estos casos, suele ser habitual que los medios de comunicación respetemos durante un tiempo la memoria de los difuntos y dejemos las críticas para más adelante, cuando los ánimos estén más calmados y se haya cogido una cierta perspectiva histórica.
Nosotros no vamos a omitir las críticas a Labordeta sólo por el respeto que su persona y sus familiares, amigos y admiradores nos merezcan, sino también por el hecho mucho más simple de que no tenemos gran cosa que reprocharle. Es notorio que como periódico nos encontramos muy alejados de muchas de sus ideas políticas, pero mal haríamos si redujéramos toda su figura y su trascendencia pública a aquella parte de su ideología que nos desagrada y que, dicho sea de paso, defendía mucho más cabalmente que la inmensa mayoría de políticos actuales.
Porque, conviene recordarlo en estos momentos, Labordeta fue uno de los intelectuales más polifacéticos y completos que ha tenido España en el último medio siglo: poeta, cantautor, novelista, profesor, guionista, director, político e incluso presentador de televisión; actividades que siempre desempeñó con gran dedicación, entusiasmo y simpatía hasta el punto de convertirse en un maestro en varias de ellas.
Un hombre de letras de lo que por desgracia ya no quedan en España, con más de 20 discos y otros tantos libros en su haber, el último de ellos publicado hace apenas unos meses en el que reflexionaba emotivamente sobre la enfermedad que finalmente se lo ha llevado; un modelo intelectual para multitud de jóvenes idealistas que en los 60 y los 70 buscaban referentes en la defensa de la libertad y de la democracia; y también un personaje público conocido y querido en todas las partes de España por sus frecuentes apariciones televisivas y políticas durante los últimos quince años en las que exhibía campechanía, ingenio e incluso humanas muestras de mal humor.
Pocos españoles habrá hoy que no lamenten en diverso grado su pérdida. Nuestras más sinceras condolencias para todos aquellos que lo leyeron, lo siguieron, lo admiraron y sobre todo lo quisieron. Descanse en paz José Antonio Labordeta.
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