segunda-feira, 27 de setembro de 2010

FARC: la bestia pierde otra cabeza

Mono Jojoy.
Víctor Julio Suárez Rojas, alias Mono Jojoy, jefe militar de las FARC, murió, como temía, en un bombardeo de las Fuerzas Armadas Colombianas. Pero no era ése el fin que merecía: habría sido mejor capturarle y encerrarle de por vida en una cárcel estadounidense, donde los presos lo son verdaderamente.


Jojoy era malo y mentiroso. En una entrevista que le hice en febrero de 2001 prometió a las familias de los secuestrados por las FARC que éstos iban a ser liberados rápida, urgentemente; pero pasaron años y más años... hasta que el Ejército los rescató. A los que rescató, porque aún hay gente retenida en la selva.

Asimismo, ofreció poner fin a los ataques contra la población civil. Cuando le pregunté cómo las FARC, que se proclaman el ejército del pueblo, mata al pueblo, me respondió: "En eso hemos cometido errores. Los explosivos que fabricamos son para [atacar a] las Fuerzas Armadas del Estado". En cuanto a los lazos con el narcotráfico, me dijo: "Cobramos un impuesto a los compradores. Nos pagan alguna chichigua, y eso es lo que queda para que podamos vivir nosotros".

Lo cierto es que, en las últimas dos décadas, las FARC han pasado de custodiar cultivos de coca a producir y exportar la droga. Con la eliminación del Mono Jojoy se ha golpeado también a los cárteles mexicanos, que ya han perdido a varios de sus proveedores de coca.

Los que ven el vaso medio vacío temen que, en venganza, los guerrilleros maten a los secuestrados. Opinan que las autoridades deben advertir el siguiente movimiento de las FARC, porque mientras se recuperan del golpe podrían hacer ataques urbanos indiscriminados. También les preocupa que se genere una división en las filas de los bandidos y surjan grupúsculos: así las cosas, los frentes rebeldes se dispersarían y montarían toldo aparte. Algo parecido sucedió en Colombia cuando se dio muerte a Pablo Escobar (Cártel de Medellín) y se capturó a los hermanos Rodríguez Orejuela (Cártel de Cali). Esto haría más difícil la lucha contra el terrorismo y el narcotráfico. En cambio, los que ven el vaso medio lleno creen que en los próximos días habrá una avalancha de rendiciones, ante el miedo que pueden sentir los guerrilleros una arremetida letal de las Fuerzas Armadas.

Este engendro está siendo decapitado; pero, ojo, aún no hemos acabado con él. Y es que tiene múltiples cabezas. El peligro, pues, no ha pasado: la bestia herida es rabiosa y puede resultar aun más letal que en condiciones normales.

Los que insistan en la lucha armada tienen dos alternativas: rendirse o seguir ocultándose como ratas. Entrenados como están en la guerra de guerrilleras, los farucos pueden parapetarse en la manigua colombiana por largo tiempo, y sus otras cabezas huir al extranjero para, desde allí, preparar la reconstrucción del grupo. En el momento menos esperado, podrían saltar al ataque.

Para finalizar, dejo en claro lo siguiente: espero que en algunos países europeos, Venezuela y México no tergiversen la historia y conviertan al Mono Jojoy en héroe, porque nunca lo fue. Así que, si van a hacer un minuto de silencio, que no sea por él, sino por aquellos a quienes ese criminal, en su atroz lucha, segó la vida.

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