La anunciada visita de Benedicto XVI a la universidad romana de La Sapienza, se ha frustrado tras los actos de presión y las amenazas de grupos minoritarios de estudiantes alimentados por un manifiesto de rechazo publicado por sesenta y siete profesores de esa histórica institución, cuyo origen está en una Bula del Papa Bonifacio VIII, de 1303.
Los 67 censores firmaron un manifiesto en el que rechazan que el Papa Ratzinger interviniese en su aula magna, bajo la acusación de haber sostenido en una conferencia dictada en 1990, que "el proceso contra Galileo fue justo y razonable". La acusación ha sido formulada con impostada solemnidad en las páginas del diario laicista La Repubblica, y ha suscitado un notable revuelo.
Los 67 censores firmaron un manifiesto en el que rechazan que el Papa Ratzinger interviniese en su aula magna, bajo la acusación de haber sostenido en una conferencia dictada en 1990, que "el proceso contra Galileo fue justo y razonable". La acusación ha sido formulada con impostada solemnidad en las páginas del diario laicista La Repubblica, y ha suscitado un notable revuelo.
Empecemos por el pliego de cargos contra Benedicto XVI. "En nombre de la laicidad de la ciencia y de la cultura, y por respeto a este Ateneo abierto a docentes y estudiantes de todos los credos y todas las ideologías", los firmantes de este panfleto liberticida reclaman que la intervención del Papa sea anulada. Curiosa postura de quienes pretenden acoger a todos los credos e ideologías, y de quienes dicen representar el libre debate de las ideas que es la urdimbre de toda vida universitaria. Pero es que además la cacareada acusación de oscurantismo e irracionalidad responde a una descarada manipulación de un fragmento de un discurso pronunciado por el cardenal Ratzinger en Parma hace dieciocho años, y que por cierto, retomó en Madrid en un encuentro con intelectuales con motivo del XIV Centenario del III Concilio de Toledo.
En dicho discurso, Ratzinger afrontaba la crisis de la fe en la ciencia como uno de los rasgos culturales del momento presente, y para ello realizó una sugerente cala sobre el famoso (y generalmente manipulado) "caso Galileo", para mostrar que se ha producido una inversión en el modo de juzgarlo por parte de los filósofos de la ciencia. Y para ello, Ratzinger cita al filósofo agnóstico Paul Feyerabend, quien afirma que "la Iglesia de la época de Galileo se atuvo más a la razón que el propio Galileo, y tomó en consideración las consecuencias éticas y sociales de la doctrina galileana". Por este motivo, el laico Feyerabend sostenía (para escándalo de estos presuntos científicos de La Sapienza) que el juicio contra Galileo "fue racional y justo, y sólo se puede justificar su revisión por motivos de oportunismo político". El propio Ratzinger mostraba su sorpresa ante esta toma de posición, y advertía que la fe nunca puede crecer a partir del rechazo de la racionalidad. Sin embargo la cita de Feyerabend era útil para ilustrar hasta qué punto es profunda la puesta en cuestión que la modernidad, la ciencia y la técnica hacen de sí mismas.
Por cierto, este Feyerabend al que crucifican sin saberlo sus homólogos romanos, era conocido por su postura libertaria, su rechazo de todos los dogmas y su apoyo a la revuelta estudiantil en la Universidad de Berkeley. ¡He ahí el oscurantista! Por el contrario el cardenal Ratzinger, a quien el director del diario Il Foglio, Giuliano Ferrara, ha definido como el más importante intelectual laico del momento, se batió el cobre para revisar el denominado "Caso Galileo", con toda su compleja trama de implicaciones científicas, éticas y teológicas.
La reacción de los 67 inquisidores de La Sapienza resulta desconcertante en un primer momento, si pensamos que su huésped es un colega que ha forjado parte de su propia vida en las aulas de la universidad. Es el mismo Papa que propuso cordialmente en Ratisbona ensanchar la razón, salvarla de un reduccionismo que deja fuera de su ámbito las grandes preguntas sobre el sentido de la vida, sobre el bien y el mal, y sobre el destino del hombre. Ciertamente la universidad debería ser un lugar privilegiado para practicar la razón sin prejuicios ni vetos ideológicos, un lugar en el que afrontar todos los aspectos de la realidad más allá de esquemas preconcebidos, pero precisamente en este ámbito vemos que con frecuencia, no domina ese coraje del razón al que invoca diariamente el Papa. Pero en realidad, la reacción de esta vanguardia laicista no resulta tan extraña. Está movida por el miedo a que un hombre de Iglesia, que representa todo lo que ellos han querido combatir, demuestre a las claras que es más moderno que ellos, que valora más que ellos la razón y el diálogo, que mira con más seriedad y estima la profundidad de ese misterio que es la vida humana.
Ante el clima brutalmente hosco que se ha suscitado en la universidad, y tras la ocupación del Rectorado por un grupo de alumnos que anunciaba nuevas acciones de boicot que hacían incierta la seguridad del acto, la Santa Sede ha considerado necesario cancelar la visita, si bien el Papa enviará su discurso a La Sapienza. Unos agitadores inspirados en las viejas tácticas de la movilización revolucionaria, y alimentados por el laicismo estúpido y violento de un grupo de profesores, han logrado impedir un acontecimiento de auténtica civilidad. Es una triste derrota de la libertad y de la convivencia, y un triunfo del nuevo fanatismo que recorre Europa.
José Luis Restán - www.libertaddigital.es
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