domingo, 20 de janeiro de 2008

Lecciones americanas para España

Podríamos contar que a lo largo de los últimos años el político más popular del país ha sido el alcalde de la mayor ciudad del mismo. Un militante en el partido de la derecha que probablemente puede ser definido como un centrista en materia social y que reaccionó con inmenso coraje el día que Al-Qaida atacó su ciudad con el mayor atentado terrorista que el país había padecido nunca. Movido por una ambición perfectamente legítima, que a diferencia de otros él nunca ha ocultado, el alcalde aspira a ocupar la primera magistratura ejecutiva de la nación. Pero el alcalde no sabe encontrar el encaje estratégico y de calendario que le dé la llave de la cita definitiva con todos los electores del país. Y eso a pesar de ser, de todos los miembros de su partido, el que más votos pesca en aguas de la oposición. Hasta aquí una historia que responde a cualquiera de dos nombres propios que están en la mente de todos: Rudy Giuliani de Nueva York y Alberto Ruiz-Gallardón.

Otrosí: 15 de agosto de 2000. Una terraza sobre la playa de la Magdalena de Santander. En su silla de ruedas, el veterano ex director de la CIA Vernon A. Walters disfruta de un escocés con hielo. Con motivo de las presidenciales norteamericanas de ese año codirige con el arriba firmante un curso en la Universidad Menéndez Pelayo sobre los últimos diez presidentes de su país a todos los cuales -menos a Lyndon B. Johnson y a Jimmy Carter- ha servido directa y personalmente. Es un patriota que ha actuado en el campo de batalla, en el mundo de la inteligencia, como embajador en la ONU y en la reunificación alemana. Al calor de unos vasos casi vacíos pregunto al anciano general cuál de todos los presidentes a los que ha tratado personalmente y ha servido con orgullo -¡Eisenhower, Kennedy, Clinton...!- es, en su opinión, el más brillantes estadista. Con estudiada indiferencia Walters exclama: «¡Ronald Reagan!». «¿Por qué?» le pregunto. «Porque de todos ellos fue el único que se puso como condición para que alguien participara en su Gobierno el que fuera más brillante que él mismo.» Como en España.

Ramón Pérez-Maura
www.abc.es

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