Una Iglesia que hace resaltar la libertad puede jugar un papel en América Latina similar al que tuvo en Europa Oriental en los años 80, como un contrapeso en defensa de la libertad en tiempos de creciente despotismo. Una prueba de esto lo vemos en la reciente declaración de los obispos venezolanos, atacando el programa político del presidente Hugo Chávez por sus agresiones a la libertad, bajo el pretexto de ayudar a los pobres. Los obispos mantienen que las acciones de Chávez son moralmente inaceptables y significan un retroceso para Venezuela.
Este no es el primer desafío de la Iglesia a Chávez. El fallecido cardenal Rosalio Castillo definió la posición de la Iglesia frente al socialismo "bolivariano". Explicó que el gobierno, aunque elegido democráticamente, se estaba convirtiendo en una dictadura: "todos los poderes están en las manos de una persona, quien los utiliza de forma arbitraria y despótica, no con el fin de alcanzar el bienestar de la nación, sino tras un deformado y arcaico proyecto político: implantar en Venezuela un régimen desastroso, como el impuesto por Fidel Castro en Cuba…"
La Iglesia en México también se ha enfrentado a la extrema izquierda. El mes pasado, un grupo de 150 personas del PRD (Partido de la Revolución Democrática) entraron violentamente en la catedral de Ciudad de México, derribando los bancos durante la celebración de una misa dominical y gritando consignas contra la Iglesia Católica. El mensaje era claro: cualquiera que no apoye a la militancia colectivista está en su contra.
Es importante dejar claro que los líderes de la Iglesia que retan a gente como Chávez no están recomendando que la Iglesia se meta en la política. Su posición, de acuerdo a la doctrina del Papa Benedicto XVI, es que la relación entre la Iglesia y el estado en América Latina es compleja, pero debe mantenerse una clara separación. Al mismo tiempo, se reconoce la importancia de preservar la libertad y el pluralismo.
Estamos acostumbrados a oír hablar sobre las dictaduras de derecha, pero ¿en qué se diferencian estas del control total del estado de las dictaduras de izquierda? La teología de la liberación surgió hace unas tres décadas. Tal como enseña la Biblia, a los teólogos de la liberación les preocupaba la pobreza, pero fueron más lejos al mantener que Jesús es un símbolo y un defensor de la guerra de clases que expropia a los ricos para dar a los pobres. La teología de la liberación sigue en boga y muchos latinoamericanos confundidos creen que el socialismo de Chávez y hasta de Fidel Castro da esperanzas a los pobres.
Algunos líderes de la Iglesia, conscientes de que su misión es asistir a los pobres, a veces creen en las falsas promesas de impuestos más altos, la redistribución de tierras, nacionalizaciones y otros programas de gobiernos grandes. Eso es trágico, porque envuelve a la Iglesia en la política. No menos de 100 años de evidencia histórica nos comprueba que la persecución de los ricos solamente favorece a los gobernantes. Lo que la sociedad necesita no son expropiaciones sino mayores oportunidades para todos en mejorar sus propias condiciones de vida. Hay un solo camino a la liberación y éste es la genuina liberalización de la economía y de la política, separando al estado no solamente de la Iglesia sino también de la cultura y de la vida comercial de la nación.
En mis viajes por América Latina he detectado que los líderes modernos comprenden cada día más que para que crezca la clase media se requiere entender mejor cómo funciona el mercado. Al mismo tiempo, se requiere una mejor comprensión de los peligros de los incentivos económicos perversos. La Iglesia puede aportar a la sociedad un liderazgo independiente de la política. Ampliemos ese modelo de independencia a todos los sectores de la sociedad. Así, América Latina sería menos vulnerable ante déspotas, prosperaría su clase media y se aseguraría un futuro de libertad y prosperidad. Como portavoz de la oposición, la Iglesia Católica encontraría su verdadera voz como defensora de los derechos humanos y de la libertad.
Robert Sirico, sacerdote católico y presidente del Acton Institute.
AIPE
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