Miles de berlineses celebraban la caida del muro, en 1989
El 10 de noviembre de 1989, ABC mostraba la imagen de una anciana que, en 1961, saltaba desde la segunda planta de un edificio que formaba parte del Muro de Berlín. El objetivo: huir como sea a la República Federal Alemana. Una angustiosa y representativa escena de lo vivieron millones de alemanes de Este durante los 28 años. Aquello, sin embargo, había acabado: El «telón de acero» había caído.
«El muro de Berlín –contaba ABC al día siguiente–, construido en la noche del 12 al 13 de agosto de 1961, por más de 52.000 trabajadores, caía dinamitado por la explosión del fracaso del sistema comunista en la Europa Oriental. La marea de refugiados alemanes en las Embajadas de la República Federal Alemana en Polonia, Hungría, Checoslovaquia… ha terminado por ser más fuerte que el hormigón de Berlín, haciendo añicos la “obra de albañilería” más criticada de la historia reciente».
Con este hecho histórico, sin duda comenzó un periodo fundamental, a juicio de los historiadores y observadores internacionales de la época, de la historia contemporánea.
La RDA se había incorporado tarde a la tendencia del reformismo de la Europa del Este. Estaban los polacos y los húngaros «tirando por la ventana todo su pasado comunista», pero la RDA daba la impresión de que se mantendría fuera de aquel tumulto, bajo el patriarcado de Erich Honecker. «Ningún líder comunista europeo podría presumir más que él de fidelismo a la URSS y a la memoria de Stalin», escribía Manuel Blanco Tobio en la Tercera de ABC, bajo el título de «El último, que apague la luz».
De repente, Berlín entera se echó a las calles
Y, de repente, en la madrugada del 9 de noviembre de 1989, Berlín entera –que hasta entonces se había convertido en el símbolo de la Alemania dividida– «se echó a las calles para celebrar el principio del fin de una pesadilla que había durado casi tres décadas».
Una pesadilla que se materializaba, además de en los más de 45 kilómetros de muro de hormigón, en 68 kilómetros de alambre de espino con una altura de 2,90 metros, 161 km de calles iluminadas para mantener el control de la población, 113 kilómetros de vallas, 186 torres de vigilancia y 31 puestos de control, con soldados que no dudaban en disparar su arma al más mínimo intento de huida.
«Millares de personas bailaban, cantaban y reían en un improvisado carnaval que tuvo por escenario los alrededores, hasta entonces prohibidos, del muro», contaba, ABC con un gran despliegue de información que incluía numerosas fotografía de la explosión de alegría que vivieron los berlineses aquella histórica noche.
Escenas insólitas, como la de jóvenes encaramados sobre el símbolo de la división de Europa, parecían imposibles unos poco días antes. Como la de los temidos centinelas de la Alemania comunista, llamados «vopos», desconectando «los sistemas de fuegos de las ametralladoras automáticas unas horas antes». «A través de la línea divisoria –añadía el diario de Prensa Española–, vecinos del Berlín Este cruzaban por el paso de vehículos de Bornholmer, donde les aguardaban sus conciudadanos occidentales con botellas de champagne en las manos».
Sin miedo a un balazo
Todo sin miedo a recibir ningún balazo en la cabeza, tal y como había ocurrido en tantas otras ocasiones a los largo de los 28 años en los que «muros de la vergüenza» se mantuvo en pie, dividiendo a Berlín, Alemania y Europa.
Según la Fiscalía de Berlín, un total de 270 personas han sido abatidas en la zona del muro, incluyendo 33 que fallecieron como consecuencia de la detonación de minas. El Centro de Estudios Históricos de Potsdam, por su parte, estima en 125 la cifra total de muertos al intentar cruzar el muro.
Todas estas historias habían llegado a un abrupto final y Europa entera salió a celebrarlo: «En el día de hoy ha salido de la ex República Democrática Alemana el último ciudadano que quedaba».
Israel Viana - Madrid
www.abc.es
Nenhum comentário:
Postar um comentário