Por mucha retórica que utilice el ministro Moratinos para justificar una política complaciente hacia la dictadura de los Castro, Cuba sigue siendo un modelo -anacrónico, pero plenamente operativo- del totalitarismo marxista. El culto a la personalidad de Fidel funciona desde hace medio siglo, como si nada hubiera cambiado en el mundo desde la caída del Muro de Berlín, hace ahora veinte años. Las memorias de Juanita Castro, bajo el título «Fidel y Raúl, mis hermanos.
La historia secreta», son fiel reflejo de esa peculiar concepción sobre la idolatría hacia el jefe supremo, que sería anecdótica si no fuera por la tragedia que sufren los disidentes políticos y muchos miles de personas, atrapadas en un régimen implacable. El «padre de la patria» hace honor a su condición, con once hijos conocidos y otros tres que se le atribuyen con pruebas más bien discutibles. En algún caso no está nada claro quiénes son las madres, ni siquiera los nombres de los propios hijos. Por cierto, que algunos miembros de la abundante familia de Fidel no son felices en el paraíso comunista y han trasladado su residencia al extranjero, publicando en más de un caso libros muy críticos hacia su longevo pariente, ahora con serios problemas de salud.
Según contaba ayer ABC, existen también en Sevilla y en Lugo otros parientes del dictador, dispuestos a contar nuevos secretos de familia, entre ellos el carácter juerguista de Raúl Castro. Por este camino veremos desfilar a unos y otros por los programas del corazón, a base de desvelar intimidades de todo tipo. Esta faceta frívola de los dueños del poder en Cuba es buena prueba de una doble moral que resulta indignante para esa gran mayoría de la población que sufre una mezcla humillante de miseria económica y ausencia de libertades. Mientras muchos ciudadanos carecen de lo más elemental para una vida digna y los presos políticos llenan las prisiones de la isla, los Castro tienen tiempo para divertirse y vivir en plenitud las peripecias amorosas y familiares. Ahora lo único importante es presionar a la dictadura para que la democracia pluralista sustituya de una vez a este régimen intolerable. Las recientes memorias y los recuerdos familiares son muy significativos de esa falta de escrúpulos de quienes ostentan un poder personal y rigurosamente autoritario. Ninguna anécdota puede disfrazar la dramática realidad de Cuba, ni humanizar la figura de un dictador implacable.
Editorial ABC
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