La Fiesta de la Libertad será esta tarde en la simbólica Puerta de Brandemburgo.
«Es como si las aceras hubieran encogido», bromea Paula, una estudiante berlinesa, en la céntrica Alexanderplatz. Inmune a los agobios de las grandes metrópolis, la capital germana disfruta habitualmente de un «tempo» relajado: sin atascos de tráfico, ni aglomeraciones en el transporte público, ni avenidas plagadas de turistas. Sin embargo, los preparativos del 20 aniversario de la caída del Muro, que hoy se conmemora, han transformado el aspecto de la ciudad.
Los hoteles presentan un lleno espectacular, igual que los vagones del metro o los restaurantes, mientras las tiendas de recuerdos hacen su agosto en pleno noviembre. Tal vez por las gélidas temperaturas reinantes, una extraña sensación de fiesta prenavideña recorre las aceras. La muchedumbre confecciona, con decenas de idiomas, una cosmopolita banda sonora entre la que resuenan acentos españoles.
«Hace 20 años estudiaba en Madrid: escuché por televisión que el Muro se caía y, ni corto ni perezoso, me vine sólo para poder contribuir a su derrumbe», confiesa un visitante sevillano.
Transformado en una heterogénea torre de Babel, el centro de la ciudad parece hoy tomado por dos ejércitos que en nada recuerdan a las tensas confrontaciones de la Guerra Fría entre soviéticos y estadounidenses.
Por un lado, más de 10.000 turistas armados con sus cámaras digitales; por otro, cientos de periodistas, micrófono en ristre. «Las solicitudes de acreditación han multiplicado por diez nuestras previsiones más exageradas», reconocen en la Oficina de Prensa del Gobierno germano. Unos 2.000 reporteros presenciarán esta tarde la celebración oficial en la Puerta de Brandemburgo, icono de la Reunificación alemana.
Además, un tercer colectivo completa el inusual cuadro que ha convertido Berlín en la capital del mundo por unos días: los invitados ilustres. Desde aquellos que catalizaron las sorprendentes revoluciones de 1989 (el soviético Mijail Gorbachov, el polaco Lech Walesa o el húngaro Miklos Nemeth) a la actual plana mayor de la política internacional, hoy ningún lugar del planeta concentra más personalidades que la ciudad que durante tres décadas dividió el Muro de Berlín.
Invitados de honor
Tres de las cuatro potencias ocupantes de la Alemania de posguerra contarán esta tarde con una representación al más alto nivel diplomático: Francia, con su presidente, Nicolas Sarkozy; Reino Unido, con su primer ministro, Gordon Brown; y Rusia –como heredera de la URSS–, con su presidente, Dimitri Medvedev. Por su parte, la secretaria de Estado norteamericana, Hillary Clinton, sustituirá a Barack Obama, quien alegó problemas de agenda ante su inminente visita a Asia para no trasladarse a Berlín.
Asimismo, cada uno de los 27 estados miembros de la Unión Europea enviarán a sus jefes de Estado y de Gobierno. El presidente español, José Luis Rodríguez Zapatero, acudirá en compañía de su homólogo polaco, Donald Tusk, tras mantener una cumbre bilateral en la ciudad báltica de Sopot.
La conmemoración arrancará a primera hora de la tarde, cuando la canciller, Angela Merkel, visite el antiguo puesto fronterizo de Bornholmer Strasse, el primero que levantó la barrera para que miles de ciudadanos orientales accedieran a Berlín-occidental.
A las 18:00, los festejos se trasladarán a la Puerta de Brandeburgo, donde se vivirán los actos centrales de la Fiesta de la Libertad. Entre discursos de las autoridades y conciertos de música, se irá derribando a tramos una simbólica pared conformada por piezas de dominó gigantes dispuestas sobre el trazado del muro original.
Finalmente, Angela Merkel agasajará a los invitados de Estado con una cena en la cancillería Federal. Desde el ayuntamiento, se confía en una participación popular masiva, a pesar de las previsiones meteorológicas: frío intenso y lluvia.
«El día más feliz en la historia reciente»
El 9 de noviembre de 1989, la doctora en Físicas, Angela Merkel, escuchó en su casa de Berlín oriental el confuso anuncio de apertura del Muro, pero no entendió su verdadero significado. Sólo horas después, tras acudir a su cita semanal de los jueves con la sauna, reparó en las colas formadas ante los puestos fronterizos, y cruzó «al otro lado». «Me bebí una cerveza en casa de unos desconocidos y regresé de nuevo a la RDA», ha confesado.Dos décadas más tarde, Merkel ocupará hoy una posición mucho más relevante: como canciller, presidirá la conmemoración del «día más feliz en la historia reciente de Alemania», en recuerdo de las víctimas del régimen germano-oriental. «Debemos mantener despierta la memoria de lo ocurrido, explicar a las nuevas generaciones lo costoso que fue alcanzar la libertad», argumentaba ayer la democristiana.
Aitor Lagunas
www.larazon.es
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