El Manifiesto comunista es uno de los más elocuentes elogios al impacto positivo del capitalismo que se hayan escrito. |
Allí leemos, por ejemplo: "Merced al rápido perfeccionamiento de los instrumentos de producción y al constante progreso de los medios de comunicación, la burguesía arrastra hasta la corriente de la civilización a todas las naciones, incluso a las más bárbaras".
Marx no tenía vocación de ecologista, y consideraba necesario para el avance de la humanidad que las formas de vida precapitalistas cediesen el paso a la modernidad. Como bien saben quienes le han leído, Marx no era ningún sentimental, como queda meridianamente claro en su visión del destino que aguardaba a las etnias sobrevivientes del pasado humano.
Según Marx, el capitalismo portaba el germen de insuperables contradicciones que, eventualmente, llevarían a su sustitución por el socialismo y, al final, por la sociedad comunista. Para Marx, el comunismo sería una sociedad de abundancia, no de pobreza y penurias. En otras palabras: Marx consideraba que el desarrollo capitalista era un preludio necesario a la transición al socialismo y luego al comunismo, o sociedad perfecta. Por eso, estaba convencido de que la revolución tendría lugar primeramente en Inglaterra y otros países capitalistas avanzados.
Con el fracaso del experimento utópico durante el siglo XX, la izquierda se ha encontrado ante dilemas imprevistos. Una de las salidas que ha buscado es la del socialismo del siglo XXI, cuya principal característica es que coloca a Marx de cabeza. En su versión actual, el socialismo, lejos de dirigirse hacia una sociedad de abundancia, conduce más bien al empobrecimiento general. Según la interpretación de Hugo Chávez, quien obviamente desconoce la obra de Marx y cita frases sueltas a su antojo, el socialismo es un retroceso a lo que Marx llamaba "comunismo primitivo", una estructura social basada en la economía de subsistencia, la propiedad colectiva, el desarrollo endógeno, la igualación por abajo y el reparto comunitario de bienes en un marco de escasez.
En cuanto a Antonio Gramsci, también mencionado por Chávez como uno de los precursores del socialismo del siglo XXI, es cierto que el pensador marxista italiano habló de una larga marcha de las ideas socialistas hasta conquistar la hegemonía cultural. Ahora bien, su planteamiento implicaba, precisamente, el abandono de la opción insurreccional y la apuesta por una estrategia de lucha institucional en el marco de la democracia burguesa. Dicho de otra manera: la larga marcha hacia la hegemonía ideológico-cultural del socialismo constituía para Gramsci un proceso que, por definición, excluía la violencia, la imposición y el uso de la fuerza para someter a la sociedad.
Las ideas de Gramsci han sido totalmente distorsionadas por Chávez y los despistados intelectuales que hacen coro a sus desatinos teóricos. Lo que Chávez hace –al desconocer la voluntad electoral de la gente, imponer leyes, cerrar medios de comunicación, intentar adoctrinar por la fuerza a niños y jóvenes– es todo lo contrario de lo propuesto por Gramsci, con su fórmula de la hegemonía ideológica, que se basaba en la persuasión legítima y a largo plazo.
A las numerosas tropelías que a diario lleva a cabo el régimen chavista en nombre del llamado socialismo del siglo XXI hay que añadir sus empeños por retorcer y desnaturalizar el pensamiento de Marx y el de Gramsci.
© AIPE
ANÍBAL ROMERO, profesor de Teoría Política en la Universidad Metropolitana de Caracas.
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