Es verdad que hacía muy bien la música española, pero cierto es que Alicia de Larrocha fue una artista universal. En Londres, en París, en los Estados Unidos y, en realidad, en el mundo entero, los buenos aficionados a la música admiraban a Alicia como intérprete excepcional de las grandes obras del repertorio: Beethoven, Schumann, Debussy... Sus conciertos de Mozart eran maravillosos y las grabaciones que hizo de ellos con Sir Colin Davis son insuperables. Lo mismo se puede decir de su Mendelssohn, por ejemplo, que era increíble. Yo creo que en España aún tenemos que hacer justicia a su figura.
A los que tuvimos la suerte de gozar de su amistad, su enorme talento se nos hacía aún más grande debido a la humildad con que ella lo vivía. Esas maravillas que nosotros la oíamos hacer al piano eran para ella lo más natural del mundo. Recuerdo que, cuando venía a la Escuela Reina Sofía de profesora visitante se enfadaba cuando nos referíamos a sus «Lecciones magistrales». «¡Qué eso de «magistrales»! ¡Yo vengo a dar «clases» y ya está!». Eso la retrataba. Pero sus clases eran de verdad magistrales. En una ocasión estaba dando clases a nuestros chicos en el Museo del Prado, y trataba de explicarle a una alumna israelí cómo debía de sonar «El pelele» de Granados. «¡Tiene que ser hacia arriba!», y acabó citando a todos los alumnos a la mañana siguiente delante de «El pelele» de Goya para hacerles entender cómo había que tocar aquello.
Alicia fue tan gran persona como artista. Fue una madre excepcional. La vi atender siempre maravillosamente a sus hijos, Juan y Alicia. Y fue una amiga de las de verdad, sencilla, abierta y de una generosidad increíble. Tuve la suerte de tenerla muy cerca desde el principio, como Vicepresidenta de Honor del Concurso de Piano de Santander y como gran amiga de la Escuela. Recuedo cómo las grandes personalidades del piano que venían de jurados a Santander no dejaban de preguntarme por Alicia. «¿Vendrá?» «¿Dónde se puden comprar todos sus discos?».
Oír, conocer y tratar a Alicia de Larrocha ha sido una de las grandes satisfacciones que me ha dado la vida.
Paloma O'Shea
Presidenta de la Fundación Albéniz
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