Me temo que el episodio va a colear durante semanas –si es que no meses– y me da una profunda lástima que así sea. Resulta que esta semana ZP decidió llevarse a sus dos hijas a Estados Unidos y, al fin y a la postre, visitó con ellas a la familia presidencial. De semejante evento se conserva una foto oficial en la que los Obama parecen a punto de partirse de risa mientras posan a su lado un ZP con aspecto tímido, una esposa de gesto triunfal y dos jovencitas que han sido objeto de un verdadero calvario mediático en las últimas horas. Vestidas de negro, un poco al estilo gótico, y con un cierto sobrepeso, las dos niñas no pasan de ser como millares de adolescentes corrientes y molientes de las que podemos ver en calles y discotecas cualquier fin de semana. Hasta ahí todo normal.
Sin embargo, alguien –presumiblemente del entorno del presidente– debió pensar que las niñas no encajaban en Dios sabe qué canon de belleza o que la pintura negra con que se rodean los ojos era un tanto chocante y ordenó, primero, que no se publicara la foto y después que saliera, pero con el rostro de las dos jóvenes cubierto. El resultado ha sido una sucesión gigantesca de páginas de Internet en las que aparecen las manipulaciones más escarnecedoras de la foto. En unas, aparecen como si de una película de terror se tratara; en otras se las encuadra en una foto de la familia Addams. No faltan incluso aquellas en que se ha sustituido sus cabezas por las de monstruos cinematográficos. Semejante conducta me parece indigna y más cuando las víctimas de esa mofa son dos menores.
No es que me parezcan bien las caricaturas de ZP o de su esposa –generalmente, el talento brilla por su ausencia y resudan sal gorda– pero, hasta cierto punto, puedo entenderlas. Sin embargo, este cebarse en dos adolescentes a las que supongo tan celosas de su aspecto externo como cualquier quinceañera no es tolerable. Sería mi deseo que de la red desaparecieran esos montajes no por espíritu de censura, sino por delicadeza y decoro. Reconozco que esas criaturas nunca hubieran debido estar en esa foto. Su lugar, como el de cualquier estudiante de su curso, era el colegio y de las aulas no debían haber salido para acompañar a su padre, de la misma manera que no tiene sentido que otro niño abandone sus estudios porque, por ejemplo, su madre va a ver un desfile en París.
No es menos verdad que si, al final, van a pasar así a la Historia se lo deben sobre todo a sus padres que no se han comportado como debían. Al actuar así el matrimonio ZP ha dado muestras por enésima vez de ese nuevoriquismo que caracteriza a tanto progre y que lo mismo lleva a utilizar un avión militar para ir a comprarse unas zapatillas a Londres que para acudir a la ópera de Berlín a escuchar a la cónyuge. Pero con todo, yo sigo creyendo que, como afirmó el profeta Ezequiel, los hijos no deben pagar los pecados –en este caso de ostentación y cursilería– de los padres y esa norma sagrada no tiene excepción ni siquiera para los retoños de ZP. Por caridad, que alguien saque esas fotos de Internet.
César Vidal
www.larazon.es
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