P.- ¿No es un componente necesario de los nacionalismos la mitificación de la historia?
La mitificación, en un sentido no necesariamente negativo, es una necesidad psíquica humana , procede de la necesidad de encontrar un sentido a la vida detrás de la mera sucesión de hechos amorfos, aparentemente sin dirección. Un sentido ante todo moral. Los nacionalismos pueden llegar a mitificar la historia hasta inventarla casi totalmente, lo cual ya no tiene nada de positivo, se convierte en un engaño sistemático.
P. A menudo, cuando se ponen al descubierto las invenciones de los nacionalismos regionales, estos contraatacan diciendo que, bueno, pero el nacionalismo español es lo mismo.
R. En principio, el nacionalismo español no es lo mismo, pues parte de una nación real, histórica y con profundas raíces, mientras que los nacionalismos regionales consisten en la aspiración de algunas minorías a crear nuevas naciones, históricamente inexistentes. Diferencia capital, porque la necesidad de mitificar es mucho menor en el nacionalismo español: las mitificaciones de los otros nacionalismos rayan en lo grotesco.
P. ¿Es la única diferencia?
R. Hay otras muchas, claro. El nacionalismo español aparece con el liberalismo, con las Cortes de Cádiz, como intento de adaptar la composición política del país a las necesidades de un tiempo caracterizado por la crisis de las monarquías absolutas, por la soberanía popular, la revolución industrial, la unidad de mercado, etc. En cambio el carlismo es antinacionalista, rechaza la soberanía popular, quiere mantener la sociedad estamental, las antiguas aduanas interiores, diversidad de legislaciones y demás. Claro que su antinacionalismo no significa antiespañolismo. El carlismo era muy españolista, patriótico español. En el libro explico las circunstancias históricas, particularmente la invasión napoleónica, que volvieron sumamente difícil la acción de los liberales: así, los liberales parecían nacionalistas, pero antiespañoles, al revés que los carlistas, cuando en realidad los liberales entroncaban con la tradición española del Siglo de Oro, de monarquía autoritaria y pensamiento pre liberal, mientras que los carlistas lo hacían…¡con la tradición francesa del monarca absoluto!
P. Pero, ¿no comparte usted la tesis de que los nacionalismos regionales proceden del carlismo?
R. Solo hasta cierto punto: los carlistas eran o son españolistas, como dije, mientras que los nacionalistas regionales son ante todo antiespañoles. Pero sí, hubo una evolución: los regionalismos románticos se radicalizan a finales del siglo XIX como reacción al triunfo definitivo de los liberales después de la tercera guerra carlista y a la industrialización de Bilbao y Barcelona, con la afluencia de masas de trabajadores poco integrados socialmente, que rompían la tradicional estabilidad estamental y religiosa. Los nacionalismos regionales en Cataluña y Vizcaya nacen como reacción antiliberal, y toman pronto otro elemento de la época, el racismo. Contradictoriamente detestan las consecuencias de la industrialización, pero ven la industrialización misma y la riqueza que genera como una prueba de la superioridad “racial” de vizcaínos y catalanes. En el nacionalismo catalán hay una tendencia cada vez más laicista e izquierdista, que en el nacionalismo vasco apenas aparece. En Nueva historia de España he resumido ese proceso, que trato más ampliamente en Los personajes de
P. ¿Por qué “chocante”?
R. Por muchas razones. En primer lugar, por el concepto de raza aplicado a unas poblaciones básicamente homogéneas, de raza mediterránea todas ellas; en segundo lugar, porque la industrialización no nació en absoluto de una mentalidad separatista, sino españolista y muy dependiente de un proteccionismo de Madrid que pronto resultó perjudicial para el resto del país. O porque los dos nacionalismos intentaban una vuelta al pasado, pero no al pasado de
P. ¿También “chocante”?
R. El regeneracionismo, o segundo nacionalismo español, es la contrapartida españolista de los nacionalismos regionales. Según ellos, también España había tenido una historia lamentable, vergonzosa, “anormal”, desviada. Se trataba en todos los casos de una mintificación al revés, negativa. También los regeneracionistas veían un enemigo esencial en el liberalismo de
Pío Moa
http://blogs.libertaddigital.com/presente-y-pasado
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