sexta-feira, 16 de julho de 2010

Cuba - Bienvenidos a la libertad

El grupo de presos cubanos generosamente liberados por el gobierno de Raúl castro ya está en España. Qué bien. Qué humano todo. Resulta poco dudable que siempre estarán más confortables en un hostal de polígono industrial madrileño que en una de las terroríficas cárceles cubanas en las que fueron presos por el consabido delito mil veces repetido en las dictaduras y de consecuencias temibles: disentir. Pero aparece de forma inevitable la impertinente pregunta que ronda las cabezas una vez éstas ya han superado las primeras horas de júbilo: ¿y ahora qué vamos a hacer con ellos?, ¿a qué van a dedicar su tiempo?, ¿cómo van a planear su futuro y el de sus hijos?, ¿qué son?, ¿trasterrados?, ¿exiliados?, ¿desterrados?, ¿refugiados políticos?

En una magnífica columna en la edición sevillana de ABC, el gran Félix Machuca escribía ayer —con la ventaja que brinda ser uno de los mejores conocedores del divertículo antillano— sobre la extrañeza que le había producido no haber visto a ningún miembro de los fogosos libertarios de Izquierda Unida recibir a los presos con pancartas de apoyo y soflamas de altavoz al pie del avión que les traía de su tierra. ¿Dónde todos los luchadores por la libertad de las tierras y los hombres oprimidos? ¿Dónde los solidarios con la huelguista de hambre sahariana? ¿Dónde el muy batallador alcalde de Puerto Real, el hombre de los Castro en España, con permiso del ministro Moratinos? ¿Dónde el tontopollas de Willy Toledo? ¡Dónde van a estar, querido Félix!: en su casa. Para los batalladores abogados de la causa revolucionaria cubana, estos hombres, estas familias, son unos delincuentes, y seguramente el régimen demuestra excesiva debilidad y blandura dejándoles en libertad. Para los anteriormente citados, ser disidente político es ser un contrarrevolucionario merecedor de los veinte años de cárcel a los que estaban condenados de media todos los que han sido expulsados del país. Son indeseables, gusanos, basura. Y a la basura no se la recibe con hurras, sencillamente se deposita en un contenedor y luego se incendia. A estos hombres, testigos vivos de un régimen corrupto y cruel, no les permiten, por demás, vivir en su propio país: os voy a liberar pero os largáis de aquí, vuestro único lugar en la isla es la cárcel. Mientras ellos no puedan volver con normalidad y ejercer su derecho a la vida en el país de uno, es evidente que no serán libres. Aquí en España, como mucho, tendrán que aguantar de vez en cuando a algún idiota que les acuse de traidores vendidos a los yanquis, pero no dejarán de estar de prestado en una sociedad que no es la suya. Ignoro por qué no les parece legítimo a los ausentes en el recibimiento a estas víctimas del terror del socialismo real el simple hecho de reivindicar la libre decisión de tener ideas distintas, de trabajar por su país oponiéndose a una anquilosada e inoperante gerontocracia política que sigue en pie mediante un sofisticado sistema de represión y control incapaz de conseguir objetivo de bienestar alguno pero sí de encarcelar en un amplio y bello territorio a más de once millones de personas. Deberían explicárselo a ellos, a esos cincuenta liberados por el gobierno cubano que, al menos, ya no han de temer por su vida, pero sí por la vuelta a sus calles, sus casas, su Patria. Puede que la biología solvente poco a poco esta anomalía, pero dígaselo a quienes han entregado años de la suya en los pudrideros penales cubanos. Sean en cualquier caso bienvenidos a España y disfruten del bien sagrado de la libertad. Sepan que esto está lleno de cretinos, pero aquí al menos no te meten en la cárcel por decirlo.

Carlos Herrera

www.abc.es

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