Olvidar no es una fórmula muy eficaz para resolver un problema. Y aunque algunos intenten ignorarlo, Al Qaida sigue perpetrando matanzas por todo el mundo. Y algunas de ellas tan vinculadas a España que es imposible mirar para otro lado.
El pasado domingo, mientras España entera estaba ante el televisor o las pantallas gigantes de las plazas de todo el país, en Kampala, capital de Uganda, miles de personas se disponían a ver ese mismo partido. En pleno espectáculo una bomba estalló en un restaurante etíope concurrido por extranjeros: quince muertos. Veinte minutos después se produjo otra explosión en un club de rugby donde cientos de personas seguían el partido en una gran pantalla: 49 muertos.
El grupo islamista somalí Al Shabab, que había emitido una fatua prohibiendo ver los partidos del mundial, y que ya había decapitado a dos hombres en territorio somalí tras ser sorprendidos viendo un partido de fútbol, reivindicó el atentado. Al Shabab es considerada una franquicia de Al Qaida en Somalia. Pero ésta es la primera vez que perpetra una barbarie en territorio no somalí.
En medio de la euforia que la final del mundial nos ha proporcionado a todos, no estaría de menos que, devueltos a la dura realidad, dedicáramos un momento a pensar en quienes conspiran para acabar con nuestra civilización mientras nosotros disfrutamos de un ocio legítimo. Si los islamistas llegan ya al extremo de considerar que pueden practicar el terrorismo contra quien ve un partido de fútbol —y ya hace falta tener una visión bien extremista del islam para eso— es porque se sienten lo suficientemente fuertes y, sobre todo, porque nos ven débiles. Y la clave no es si lo somos, sino si ellos nos perciben así. Porque aunque no puedan ganarnos, si ellos interpretan que somos débiles, seguirán matándonos por ver un partido de fútbol.
Ramón Pérez-Maura
www.abc.es
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