Hace pocos días disfruté de algo que ya creía enterrado en el pasado: la típica discusión entre el purista y el tibio, entre el estalinista de estricta observancia y el eurocomunista, Enrique Líster contra Santiago Carrillo. |
El acusador se describe como "bolchevique" y en pleno siglo XXI y denuncia al tibio por traidor a la causa comunista, derechista camuflado. El acusado se defiende afirmando su inocencia: "Yo no soy en absoluto de derechas. No lo soy ni por educación, ni por familia, ni por temperamento, ni por inclinaciones, ni podría serlo nunca". Lejos de mí ese sambenito, antes muerto que de derechas.
A estas alturas se preguntarán qué panfleto comunista cayó en mis manos. ¿Mundo Obrero? ¿Unidad y Lucha? ¿Combate Socialista? Nada de eso: el bolchevique Rafael Reig y el socialista con rostro humano Andrés Ibáñez dirimían su pureza izquierdista el pasado 19 de junio en las páginas de ABC Cultural, donde ambos gozan de columna fija. Ah, bueno, ABC Cultural, esa concesión a la izquierda (porque, al fin y al cabo, la cultura es de izquierdas, ¿no?) donde se jalea a quienes asesinaron a los que trabajaban en el propio ABC. Lo mejor es no leerlo, pensarán algunos. Y eso hice.
Para acabar de remachar la beatificación, eso sí, laica y comunista (sólo faltaba que lo embalsamasen y lo enviaran junto a su querido Lenin a la Plaza Roja), uno de los columnistas fijos (porque hasta ahora se trataba sólo de invitados especiales), Ignacio Camacho, escribe: "Saramago era un homo eticus; un pesimista aferrado a su terca conciencia moral frente al relativismo de la postmodernidad", para acabar su columna sosteniendo: "Lo de menos era si llevaba o no razón en sus ideas; importa la coherencia, la lucidez y la integridad con que las defendió en una sociedad que hace tiempo las ha abandonado". ¿Ética en un doctrinario dogmático e indiferente, fanatizado por la ideología que mayor número de seres humanos ha asesinado? ¿Coherencia como la de Joseph Goebbels, ese hombre que expuso sin trampa sus planes y los ejecutó con toda la coherencia del mundo? A estas alturas ya me había desembarazado también de la edición del ABC del sábado 19 de junio y de todas sus obscenidades, no fuera a caer en manos de alguno de mis hijos.
Fue Lenin, ante cuya sola mención Saramago se derretía de gusto, quien dijo aquello de que los burgueses venderán la soga con la que serán ahorcados. A la espera de que alguien les pida la soga, por ahora se contentan con venderles argumentos y envenenar las ideas del desprevenido lector de derechas de toda la vida. Por suerte, el Osservatore Romano decidió olvidarse por un día de los Beatles y recordó que este "populista extremista de ideología antirreligiosa y anclado en el marxismo" había "olvidado el recuerdo del Gulag, de las purgas, de los genocidios" y "no se dejó nunca abandonar por una incómoda simplicidad teológica". Tampoco el presidente portugués Cavaco Silva ha caído en el papanatismo de nuestra derecha que se resiste a decir su nombre: no asistió a un funeral que algunos querían convertir en funeral de Estado. Pero tanto Roma como Lisboa están lejos, muy lejos, cada vez más lejos de España (en cambio, Caracas y Estambul se nos antojan cada vez más cercanos). Aquí Gramsci y su hegemonía cultural han ganado por goleada (por cierto, la goleada del Portugal natal de Saramago a la muy ortodoxa comunista Corea del Norte fue una falta de delicadeza imperdonable). Por eso, aquí en España, gane quien gane, siempre perdemos.
Jorge Soley Climent
http://revista.libertaddigital.com
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