Los primeros ordenadores eran grandes dinosaurios a los que había que alimentar con un programa, ya estuviera en unas tarjetas perforadas o en una cinta magnética; después, tocaba esperar a que los operadores lo ejecutaran y, finalmente, recibir el resultado. Si se había habido algún error, había que volver a repetir todo el proceso. |
Aquello era, en parte, producto de la tecnología de tubos de vacío, pero también fruto de la época en que las labores que comenzaban a hacer las computadoras las realizaban artefactos electromecánicos, que no podían funcionar de otra forma.
Las bases de la computación interactiva, en la que los resultados son servidos inmediatamente, fueron puestas por el proyecto SAGE, un sistema de alerta temprana ante un hipotético ataque con bombarderos encargado por el Ejército de EEUU. Pero el mundo real seguía empleando el viejo sistema, llamado procesamiento por lotes. Esta situación comenzaría a cambiar gracias al nacimiento de unas computadoras que ahora consideraríamos enormes, pero que, comparadas con las que por aquel entonces estaban en boga, y que ocupaban habitaciones enteras, pudieron ser comercializadas como miniordenadores. Posteriormente, y para distinguirse, los personales se llamarían microordenadores.
En 1957 se fundaron dos empresas clave para el nacimiento de los miniordenadores: Control Data Corporation y Digital EquipmentCorporation. La primera fue fundada por desertores del Univac con el objetivo de hacer los ordenadores más potentes del mundo, esos que luego llamaríamos superordenadores. Su principal activo fue el ingeniero Seymour Cray, uno de los mayores genios de la historia de la informática, quien diseñó casi todos los equipos de CDC y que acabó instalándose por su cuenta. En 1960, después de crear el modelo 1604 para la Marina norteamericana, Cray diseñó, en tres días, una versión más pequeña, inicialmente pensada como terminal del gran ordenador pero que se comercializó aparte como CDC-160A. Con una arquitectura de 12 bits –cuando por aquel entonces lo normal eran las arquitecturas de 30 o cuarenta y pico–
y el tamaño de un escritorio de oficina, el considerado primer miniordenador costaba 60.000 dólares, un pico, pero diez veces menos que su hermano mayor, que ya era considerado especialmente barato.
No obstante, CDC no tenía intención de continuar por esa línea. En cambio, DEC, o Digital, fue fundada precisamente para llevar al mercado ordenadores más baratos e interactivos. Sin embargo, para convencer al general Georges Doriot, uno de los primeros inversores en capital riesgo, de que pusiera dinero en su empresa los fundadores de la casa, Ken Olsen y Harlan Anderson, tuvieron que prometer que no se meterían en el mercado de los ordenadores hasta convertirse en una empresa de venta de módulos electrónicos con beneficios. Lo hicieron bien, y Digital tuvo beneficios desde el primer año, así que en 1959 comenzaron a diseñar el PDP-1, cuyas siglas significan Procesador de Datos Programable: he aquí un nuevo intento de no usar la palabra computadora, a la que tan alérgico era Doriot.
El PDP-1 era un miniordenador en algunos aspectos: por ejemplo, en lo relacionado con la interactividad o por su relativo bajo precio; pero no tanto en otros: por ejemplo, en lo relacionado con el... tamaño. Se vendieron como medio centenar, y uno de ellos fue donado al MIT, donde sería clave en el nacimiento de una nueva cultura: la de los hackers. Con su PDP-1, los alumnos del MIT crearían el primer videojuego para ordenadores (Spacewar), el primer editor de textos (TECO, antepasado de Emacs), el primer programa para generar música, el primer depurador de código y el primer programa que realmente podía jugar al ajedrez y ganar a alguien, entre otras muchas cosas. Y es que, a diferencia de los grandes ordenadores, los hackers podían usar el PDP-1 directamente, escribiendo código y viendo cómo funcionaba, sin necesidad de esperar, lo que les permitía estar continuamente trasteando con él.
Digital siguió ofreciendo ordenadores pequeños, y con el PDP-8 de 1965 llegó el éxito. Éste ya era suficientemente pequeño como para ocupar un escritorio o un solo armario, y fue el primero en tener un precio de venta inferior a los 25.000 dólares, cifra que algunos consideraban el límite máximo que podía tener un miniordenador para ser considerado como tal. Además, fue el primero en recibir ese nombre, que se le ocurrió a un comercial inglés, no se sabe si inspirado en la minifalda o en el Mini. Se vendieron 50.000 unidades, una auténtica locura en una época en que los ordenadores se vendían de uno en uno; años después, fueron muchos más, cuando se pudieron meter en un solo chip todas las funciones del original.
Durante todo este tiempo, Digital siguió gestionándose como una empresa pequeña. Anderson se fue en 1966, pero Ken Olsen siguió en el machito, dándole a la compañía una forma de funcionar y una filosofía muy particulares. Cada línea de producto era responsable de sus propios beneficios y pérdidas, los vendedores no se llevaban comisión; "Haz lo correcto" era el principio que se grababa a fuego en los recién llegados; y si creías que hacías lo mejor para la empresa podías discutir las órdenes de tus jefes y pelear por lo tuyo, siempre y cuando estuvieras dispuesto a seguir la segunda máxima: "El que propone, hace". Olsen creía por encima de todo en la responsabilidad individual de todos y cada uno de sus empleados. Las reuniones directivas eran agrias discusiones en las que cada uno defendía su punto de vista, hasta que finalmente se llegaba a un acuerdo. Esto ralentizaba la toma de decisiones, pero aseguraba que cada una fuera aceptada por toda la empresa, lo que aceleraba su puesta en marcha. Sin duda, Google le debe mucho.
DEC siguió creciendo. Además de miniordenadores y alguna computadora grande, hacía impresoras, redes, cintas magnéticas, módulos electrónicos... Abarcaba todo lo que daba de sí la informática. En 1976 lanzó VAX, una arquitectura que le permitió construir desde ordenadores muy pequeños hasta enormes máquinas compatibles entre sí y bajo el mismo sistema operativo, el VMS que años más tarde tomaría Microsoft como base para Windows NT, 2000, XP, Vista y 7.
Fue su momento de mayor esplendor. El sistema de red que adoptó fue Ethernet, que se convirtió en el referente, superando al Token Ring de IBM. También sus terminales, los VT, marcaron la pauta. Ideó un sistema que permitía unir varios VAX y que se comportaran como uno solo, lo que daba al comprador la tranquilidad de saber que su ordenador jamás se le quedaría pequeño. En mi facultad había uno de ellos,
llamado Zipi y dedicado a que los alumnos nos conectáramos a internet. Fue en él donde escribí mi primer correo electrónico y alojé mi primera web.
Pero mientras triunfaba, veía pasar la revolución de los ordenadores personales y Digital no hacía nada al respecto. En 1984 un grupo de ingenieros propone comercializar dos clones del IBM PC: DEC PC25 y PC50, pero Ken Olsen se niega a copiar el diseño de otros, especialmente ése, que consideraba bastante cutre. Pero eso era lo que empezaban a hacer otras compañías, como Compaq, nacida dos años antes. En su lugar pone en marcha tres proyectos de ordenador personal enfocados a distintos mercados e incompatibles entre sí: Professional 350, Rainbow100 y DECmate II. Demasiado tarde: IBM (y Microsoft) habían creado el estándar. Sólo una empresa, Apple, sobreviviría compitiendo con él. Y Digital no era Apple.
El no entrar en el mercado de los PC no tenía por qué haber hundido la empresa. De hecho, durante unos pocos años siguió marchando bien; gracias a los VAX, que estaban siendo un éxito sin precedentes para la compañía y logrando hacer mella en el negocio de IBM. Pero las semillas de la destrucción ya habían sido plantadas. Tras alcanzar su récord de beneficios, en 1987, Digital empieza a perder pie y a tener pérdidas.
Fiel a su filosofía de dejar que los ingenieros decidieran el camino, DEC no optó a mediados de los 80 por ninguno de los que se le propusieron, así que terminó por intentar tener éxito en todos, principalmente con la serie VAX 9000 y el procesador Alpha de 64 bits, que sería muy popular en la gama alta de servidores de los 90. Eso costó mucho dinero.
Finalmente, en 1991 Olsen aceptará comercializar clones del IBM PC; pero, de nuevo, ya era demasiado tarde. Al año siguiente dejará su cargo y será sustituido por Robert Palmers, que empieza a dividir la empresa en pedazos, que fue vendiendo a distintas compañías. En 1998 dejó la última que quedaba, la división de ordenadores, a Compaq. No deja de ser un final irónico...
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Daniel Rodríguez Herrera
http://historia.libertaddigital.com
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