La notable hazaña del impecable rescate de los 33 mineros atrapados por más de dos meses en la mina San José es emblemática del éxito que ha tenido Chile en virtualmente todos los ámbitos en las últimas cuatro décadas, en las que ha logrado avanzar como ningún otro país de América Latina. |
Quizá lo más extraordinario es que lo conseguido en Chile parecía sumamente improbable hace cuarenta años, cuando el país iba rumbo al desastre con un gobierno marxista, fatídica culminación de muchos años de polarización política y letargo económico.
La primera vez que tomé contacto con chilenos fue en 1970, cuando acudí a la Universidad de Chicago a estudiar economía. Había un numeroso grupo de estudiantes de ese país gracias al convenio que había suscrito el Departamento de Economía con la Universidad Católica de Chile.
Tuve la enorme fortuna de que los chilenos me adoptaran en su grupo de estudio, lo que me permitió avanzar en mis conocimientos de las disciplinas esenciales de la economía mucho más rápido, dado que ellos traían una preparación excelente y trabajaban con un ahínco verdaderamente notable.
Me llamaron poderosamente la atención las profundas divisiones que había entre ellos cuando hablaban de política chilena, a pesar de que todos eran de ideología liberal y ninguno apoyaba el régimen marxista de Salvador Allende.
Cuando regresé a México, en 1973, con la primera fase de mis estudios doctorales terminada, pronto habría de intimar con otro grupo de chilenos, que llegaron a mi país buscando refugio político después del golpe de estado de Pinochet.
Como resulta obvio, esta segunda camada de chilenos eran todos de izquierda, y me volvieron a sorprender sus desavenencias y las terribles discusiones en que se enfrascaban, echándose la culpa unos a otros de los fracasos de la estrategia política y económica adoptada por el gobierno de Allende.
Lo notable fue que, después de un inicio desastroso, los militares chilenos empezaron a hacer bien las cosas; cuando se decidieron a seguir las políticas recomendadas por los economistas de Chicago, con Sergio de Castro a la cabeza, contenidas en lo que se llamó popularmente El Ladrillo.
El amplio programa de enmiendas económicas comprendido en El Ladrillo constituye un modelo de agenda reformista. Para empezar, hacía un acertado diagnóstico de las causas del estancamiento económico chileno, que tuvo sus orígenes en la Gran Depresión de los años treinta.
Cuando los chilenos se pusieron a hacer bien las cosas, México dio en moverse en la dirección opuesta: el periodo de 1970 a 1982 fue de un populismo trágico. Luego vinieron varios intentos para poner la casa en orden.
Parecía que México retomaba el camino del crecimiento acelerado en el período 1988-94, pero el caso es que volvió a abandonarlo en los tres desastrosos gobiernos que siguieron, que no solo dejaron de lado la indispensable agenda reformista, sino que tiraron por la borda los preciosos recursos que nos brindó un petróleo que está por agotarse.
Mientras tanto, Chile abandonaba la dictadura y retomaba la democracia, que ha generado ya cinco administraciones públicas, de todos los tonos políticos, que han tenido la enorme virtud de no haber cambiado en lo fundamental el exitoso modelo económico.
La metáfora que representa el impecable rescate de los mineros contrasta de manera notable con nuestra propia metáfora desastrosa, de una minería en crisis, con el sinvergüenza de Napito Gómez Urrutia viviendo plácidamente en Canadá, dirigiendo a larga distancia un sindicato minero impresentable que heredó de su papá.
Ojalá que a partir de 2012 los mexicanos nos decidamos a retomar el camino de las reformas económicas y políticas necesarias. Por cierto, El Ladrillo está disponible para todos en el sitio del Centro de Estudio Públicos de Chile, una institución excepcional: http://www.cepchile.cl/dms/lang_1/cat_794_pag_1.html.
© El Cato
MANUEL SUÁREZ-MIER, profesor de Economía de la American University (Washington DC).
http://exteriores.libertaddigital.com
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