Antonio Machado, el patriarca de las letras españolas durante la II República, publicó en la revista más prestigiosa durante la guerra civil, «Hora de España», un texto clave en el que reivindicó la celebración del día de la Raza como fiesta nacional. Con este artículo don Antonio demostró la grandeza de su espíritu. Supo reconocer en unos tiempos, tan poco propicios para la reflexión, que en el pasado no había sabido valorar la idea de nación. Es un texto clave, por otra parte, en el pensamiento español que iban a ignorar los vencedores sobrados de patriotismo excluyente, y los vencidos por su incapacidad para reconocer que la nación y la comunidad hispánica seguían existiendo «a pesar» de Franco. Dada la importancia política y cultural de este texto machadiano lo he recordado en libros y colaboraciones periodísticas. Era, a mi entender, una cita obligada en los debates que venimos teniendo en estos últimos años en relación con los nacionalismos periféricos y lo es hoy, en medio de esta disparatada polémica sobre la Fiesta. Pero es inútil. Aquí o no se lee, o los olvidos son conscientes, o sobran las ideas. Aquí, en España, escribir es llorar…
Se odia, eso sí. Los españoles se odian como vengo diciendo y como lo confirman los hechos. De forma clamorosa, en los últimos días. El odio les ha podido a gentes que tratarían de llamarse conservadores cuando sacrifican la celebración de la Fiesta Nacional. Porque no han sido gentes de izquierda las que han reventado el día de la Hispanidad. En realidad quienes lo han hecho son militantes del odio, gentes de «bandos», como lo eran quienes llamaron asesino a Aznar por la guerra de Irak y persiguieron a Rajoy hasta La Toja un día de Reyes durante los debates sobre el Prestige… En esta ocasión han roto la celebración de la Fiesta Nacional que reivindicó, no ya Calvo Sotelo, sino el propio don Antonio Machado que Dios tenga en gloria y nosotros en el corazón.
César Alonso de los Ríos
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