El lamentable estado político en que se encuentra el Gobierno de Zapatero ante la opinión pública española tiene su correlato en la proyección internacional de nuestro país, donde se acumulan los desplantes a España. Venezuela y Gibraltar vuelven a ser los escenarios en los que se muestran las carencias de nuestra política exterior, producidas no solo porque se han reactivado los problemas con las autoridades del país iberoamericano y de la colonia británica, sino también por la debilidad del Gobierno español. Siempre ha habido problemas con Gibraltar, pero la reacción española tradicional no daba motivos para que sus autoridades se sintieran legitimadas para tratar a España de tú a tú. Este Gobierno ha caído en el error de incorporar a las autoridades gibraltareñas en la interlocución sobre el Peñón, hasta entonces solo mantenida con Londres, y las consecuencias se ven, por ejemplo, en la decisión de Caruana, ministro principal de Gibraltar, de suspender las reuniones del Foro Tripartito de Diálogo sobre el Peñón. La causa, los incidentes entre la Policía del Peñón con la Guardia Civil en aguas españolas, que Gibraltar considera suyas. El Gobierno británico ha manifestado su apoyo a Caruana, y el Ejecutivo español suma un nuevo fracaso en su política exterior, por mucho que nuestros ministros repitan incesantemente que todo se ha aclarado.
Y no es solo Gibraltar. Al Gobierno de Chávez lo disculpó toda la fila de ministros de Zapatero que salieron a la palestra cuando dos etarras confirmaron ante la Audiencia Nacional que habían sido entrenados por los terroristas colombianos de las FARC en Venezuela, gracias a Arturo Cubillas, etarra con nacionalidad venezolana y funcionario chavista. Pese a la reclamación de la justicia española, Chávez ya le ha dicho al fiscal general, Conde-Pumpido, que «a palabras necias, oídos absolutamente sordos», cuando pidió al Gobierno de Caracas que entregara o juzgara a Cubillas. También quedaron diplomáticamente impunes las insinuaciones de tortura a los etarras, hechas por el embajador venezolano en España, mientras aumentan la indignación de las víctimas del terrorismo y la lista de indicios que apuntan a Venezuela como plataforma de ETA en Iberoamérica. Gibraltar, Venezuela y, siempre, Marruecos representan tanto el descrédito internacional del Gobierno socialista como su incapacidad para defender con determinación los intereses nacionales de España.
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