Soy una privilegiada. Soy la única persona que ha compartido escenario con el Mario Vargas Llosa actor. Y en tres montajes diferentes: «La verdad de las mentiras», que hicimos primero en el Romea de Barcelona y después en el Español de Madrid; más tarde en «Odiseo y Penélope», que se estrenó en el festival de Mérida; y en «Las mil noches y una noche», que presentamos en los Veranos de la Villa. He podido ver cómo le picaba el gusanillo de la escena, cómo pasaba de simple rapsoda a actor. Y soy una privilegiada por haber podido compartir con él tantos momentos de intimidad, esa soledad que se siente segundos antes de entrar en el escenario. He compartido con Mario el miedo escénico, ese anhelo por que llegue la hora de alzar el telón, que es algo mágico...
Mario Vargas Llosa lo tiene todo hecho, todo ganado en la Literatura, y no necesitaba tomar el riesgo que significa subir a un escenario, especialmente para alguien que no es actor. Por eso admiro la actitud con la que afrontaba el trabajo, su humildad de recién llegado. Mario es una persona de mente y corazón abierto, que gozaba con el trabajo, con ese «ménage à trois» teatral, como él lo llamaba, entre Joan Ollé, el director de los tres montajes, él y yo.
Soy una privilegiada por poder decir sus textos en escena. Mario ha escrito mucho teatro, pero interpretar sus palabras con él al lado es una experiencia imposible de olvidar. Dentro y fuera de la escena es un ser humano de enorme generosidad y sencillez; una persona que, a pesar de su grandeza, te hace sentir que está allí para tí, contigo. Y se comporta así con cualquiera que se acerque a él, al que trata con atención, con cuidado y con respeto. Es un hombre joven de espíritu y de cabeza, que no le teme a nada, que parte siempre de cero, y eso es algo extraordinario. Podría acomodarse, pero no lo ha hecho nunca.
Mario fue siempre uno de mis autores favoritos desde que, con quince años, leí «La guerra del fin del mundo». Cuando le conocí, en una cena dentro del festival de cine de San Sebastián, le confesé mi admiración. Él me dijo que el sentimiento era mutuo; yo no podía creérmelo.
En los tres montajes nos divertimos y gozamos, y hay el germen de un nuevo proyecto por ahí que espero que podamos llevar a cabo en un futuro. Confío en que el Nobel no nos secuestre a Mario Vargas Llosa del teatro.
Aitana Sánchez-Gijón
www.abc.es
Nenhum comentário:
Postar um comentário