Muchos mantienen que Zapatero odia a España, e incluso hay personas inteligentes que buscan los motivos, otros dirían razones, de este resentimiento hacia la nación española. Sin embargo, yo no creo que Zapatero odie a la nación; pues que eso supondría que alguna vez, poco o mucho, fue amada. Odio y amor, igual que el olvido y la memoria, casi siempre tienen un punto en común. El odio siempre implica algún tipo de amor. Zapatero está más que lejos del odio. Zapatero habita en las antípodas del odio. El presidente del Gobierno de España, simplemente, desconoce por completo cualquier rasgo de esa realidad histórica que llamamos la nación española. Él es, en efecto, un revolucionario. Él es un producto del Partido. Él es un simple y llano ejecutor de los designios del Partido.
Zapatero no es nada sin Partido. Zapatero es un producto sólo y exclusivo del Partido. Zapatero no ha conocido otra realidad que el Partido. Pare este hombre, que desde su más tierna infancia ha militado y desarrollado toda su tarea en el interior del Partido, la vida no existe sin el PSOE. Fuera del Partido no tiene horizonte ideológico. Nadie, pues, puede pedirle que escuche al Estado o a la Nación. Zapatero es sólo y exclusivamente Partido. Nunca se ha relacionado con otro tipo de personas que no sea socialista. Nunca ha escuchado a nadie que opine de modo diferente a sus cortos esquemitas; de hecho, y esto es trágico, ni siquiera tiene esquemas fuera del Partido. Nunca ha llevado a cabo ninguna acción política genuina, es decir, nunca ha reconocido que su ideología ha sido refutada cientos y cientos de veces por la historia.
He ahí el secreto de Zapatero en particular, y de la izquierda en general, jamás aceptarán que el socialismo ha sido refutado por lo real. Para esta gente la ideología es todo. Hay que ocultar lo real. Es menester, dice Zapatero, que la realidad histórica, esa que ha demostrado que el socialismo es una gran farsa ideología –una falsa conciencia– para someter a millones de seres humanos, no toque a nuestros seguidores. En nombre del socialismo se han cometidos los mayores horrores de la humanidad, pero el hombre del Partido socialista o comunista jamás lo reconocerá. Así las cosas, ¿entonces cómo quieren que Zapatero escuche el grito del 12 de octubre de 2010? ¿Quién en su sano juicio puede esperar una respuesta sensata, o sea política, al grito de la nación: "Zapatero, dimisión"? Nadie, pues, con criterio democrático puede esperar de un hombre de partido una respuesta política. Nacional.
Zapatero ha sido abucheado, una vez más, durante el acto central de la celebración del día de la Fiesta Nacional. La respuesta de Zapatero no podía ser otra que la ideológica. En efecto, los portavoces del jefe del Gobierno han culpado de la bronca a unos grupos minoritarios de extrema derecha. A nadie que se dedique al análisis político podría extrañarle esa respuesta. Era tan previsible como falsa. Esa reacción constituye la sustancia, el precipitado último, del entramado ideológico socialista elaborado por Zapatero y su equipo. Ese tipo de engaño, en verdad, esa fórmula ideológica ha sido tan interiorizada por la prensa afín al Gobierno que muchos de sus periodistas la repiten como si fuera doctrina propia; así, por ejemplo, ayer, en El País, decía Aguilar: "La Fiesta Nacional irá acompañado de los abucheos de rigor al presidente del Gobierno, orquestados con premeditación y alevosía y ejecutados por una claque reclutada entre el facherío rencoroso, que actúa de forma tan anónima como identificables y tan enfervorizada como impune". Pobre. Ideólogo menor de la más triste ideología del siglo XX.
Agapito Maestre
www.libertaddigital.es
Um comentário:
No hace falta lamentarse, si para qué...?
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