quinta-feira, 8 de julho de 2010

El Gobierno calza braga para ser homófobo

Bibiana Aído.
En España hay un Ministerio desigual de Igualdad. El Gobierno calza braga para ver la realidad y confunde unos con otras, churras con merinas, galgos con podencos, crímenes con fenómenos sociales, hombres, mujeres y transexuales.


Mientras los hombres son discriminados y criminalizados por ser hombres, la justicia se pierde en los mil vericuetos de un ordenamiento confuso y absuelve al maltratador que horas más tarde mata con la azada a su compañera, generando cada vez más sociología de la señorita Pepis que trata de explicar que en verano hay más muertes porque se convive más. Pero eso sería este verano, porque el pasado, cuando no hubo tanta muerte de mujeres a manos de sus compañeros, ¿acaso se convivía menos?

Como el Ministerio no consigue tomar las riendas, se va a reunir con los periodistas amigos y les va a decir cómo informar sobre el asunto. Tal vez ponga por ejemplo el éxito de la dictadura franquista, que impedía al periódico El Caso publicar más de un crimen a la semana.

La pasada semana, en la que cinco mujeres fueron asesinadas, en Jávea un joven mató a su novio y trató de arrojarse por el acantilado del cabo San Antonio. Fue un crimen más, entre dos personas que eran pareja, por los mismos motivos por los que se matan las demás parejas; pero esta vez el verdugo era un hombre y la víctima, también. Marido y marido. Podría decirse que se trata de un machista que asesina a su mujer, pero para eso habría que llevar a cabo un estudio minucioso.

De momento, puede apuntarse que dos personas que conviven pueden deteriorar su relación y maltratarse. El maltratador puede ser hombre o mujer, homo o heterosexual; transexual: en San Sebastián, una de estas personas nacidas con un sexo con el que no se identifican se refugió en el hotel Londres tras un conflicto de los llamados "de género" con su pareja. Por cierto, ¿de qué género? A ver si contesta el Gobierno.

En el caso de Jávea, el presunto homicida, un joven español de treinta años, tuvo una fuerte discusión de madrugada con su pareja, otro joven español. En este caso tan misterioso, los mandos políticos de la policía ni siquiera han facilitado los nombres de los protagonistas: de esta forma, el caso adquiere un tono fantasmal, de irrealidad pura, probablemente para evitar que se venga abajo el tinglado éste de los que dicen que aquí sólo matan hombres a mujeres. El crimen doméstico tiene víctimas de todas las edades y condiciones.

Los de Jávea, según se dice, llevaban poco tiempo conviviendo. Y, como suele suceder, lo que había sido miel se convirtió en hiel, por mor de la convivencia. La noche del crimen hubo un enfrentamiento, tal vez envenenado por los celos. El agresor trató de estrangular a su pareja, pero no lo consiguió; entonces, como tantos agresores desesperados, se fue a la cocina, donde está la principal arma de la violencia doméstica: el cuchillo, y, convenientemente armado, sorprendió a su víctima, a la que clavó el arma una y otra vez. Se diría que enloqueció mientras se envolvía en la sangre de su amado. Y cuando se dio cuenta de lo que había hecho trató de quitarse la vida, como muchos de los homicidas que la emprenden con su antiguo amor. Es decir, paso por paso, lo que hacen los hombres que matan mujeres.

No sabemos si el rol del presunto homicida era femenino, lo que cambiaría un poco la cosa, pero en cualquier circunstancia, y tomado como violencia de género, si la parte agredida hubiera buscado ayuda en el Ministerio de Igualdad, o en cualquiera de sus sucursales, lo más probable es que hubiera encontrado incomprensión. Porque el Ministerio gobierna con una ley homófoba: sí, sí: discrimina al varón, homo o hetero, y tiene una vara de medir para los hombres y otra para las mujeres.

Francisco Pérez Abellán

http://findesemana.libertaddigital.com

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