Mañana acaba su mandato Álvaro Uribe, uno de los líderes políticos más extraordinarios de las últimas décadas, dotado de esas cualidades excepcionales que surgen en la política, como en el arte o en la ciencia, una vez cada mucho tiempo, con la diferencia de que el reconocimiento de esas cualidades es mucho más difícil en política, sobre todo si su poseedor es un líder de derechas y debe ser juzgado por unos medios culturales, me refiero a los europeos, aún predominantemente de izquierdas.
Probablemente, la misma catetez que provoca carteles como los del «Welcome Obama Family» de Marbella explica que tantos expertos de comunicación del mundo dediquen apasionados artículos y libros a las dotes comunicativas de Barack Obama y no estudien, sin embargo, al más impresionante comunicador que yo he visto en la política de las últimas décadas, Álvaro Uribe. Lo que interesaría más bien poco si no estuviera acompañado de una enorme capacidad de trabajo y una eficacia en el mando que ha llevado incluso a un medio como Newsweeka sentenciar que la Colombia que deja Uribe es «la nueva estrella del sur». Y, sobre todo, si no estuviera acompañado de la cualidad más admirable de todas ellas, que es la valentía, tan difícil de encontrar incluso entre políticos muy dotados con otras capacidades.
El éxito más importante de Uribe, el de su política de seguridad democrática, se basa en la valentía: la valentía para enfrentarse a los violentos y liderar al país en la resistencia sin una sola veleidad o tentación de abandono en ocho años. Lo que ha llevado a Colombia a pasar de casi 30.000 homicidios al año a la mitad, y de cerca de 3.000 secuestros a poco más de doscientos. Y ha dejado a las FARC con apenas 8.000 terroristas, cuando tenían 20.000 en 2002. Y al ELN, con quinientos de los 4.000 que poseían. Y a las AUC, casi totalmente desmanteladas.
Y, sobre todo, ha llevado a los colombianos confianza y seguridad en sí mismos y en el futuro, «la tranquilidad que genera sentir que hay un capitán de mano firme al timón», como ha escrito en El TiempoSalud Hernández Mora, la periodista española que se enamoró de Colombia y se quedó. Ese 80 por ciento de aprobación popular con el que Uribe termina su mandato es el fruto del reconocimiento de esos logros. Y de la excepcionalidad de este líder. Lo que me lleva a discrepar de quienes consideran positiva la decisión de la Corte Constitucional colombiana de impedir una tercera presidencia de Uribe.
He de reconocer, sin embargo, que esa decisión también refleja la fortaleza de la democracia colombiana. «¿Pueden imaginar a la Corte argentina diciendo no a Cristina Kirchner?», se ha preguntado el profesor americano Riordan Roett en Newsweek. Pues no, es inimaginable. En la Colombia de Uribe, también eso es realidad.
Todo esa libertad conquistada para los colombianos no reportará a Uribe, sin embargo, un premio Nobel de la Paz como el que le dieron a Obama antes siquiera de gobernar. Para ese Nobel no conviene expresarse con la contundencia y claridad de Uribe, esta semana de nuevo, en uno de los múltiples homenajes que le han rendido los colombianos: «No dormiremos las noches que quedan de mandato a fin de perseguir sin tregua a guerrilleros, paramilitares de derecha y narcotraficantes, todos matones, aunque unos más sofisticados que otros».
Edurne Uriarte
www.abc.es
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