segunda-feira, 2 de agosto de 2010

"Nueva historia de España" (X) El "europeísmo" español.

Nueva historia de España (X). Bondades de la unidad española


R. (…) En fin, he aquí algunas razones por las que la unidad de España es buena. En primer lugar, es un hecho histórico fundamental desde Leovigildo y Recaredo, que ha condicionado decisivamente la unidad política de la península, evitando, salvo por el caso portugués, una disgregación al estilo de los Balcanes, que habría convertido a Iberia en un amasijo de pequeños estados mal avenidos, con los que jugarían las potencias importantes de Europa. La idea de España posibilitó la Reconquista, impidiendo la integración de la península en el ámbito africano-oriental. La misma idea convirtió al país en avanzada de la civilización europea en el mundo, permitiéndole frenar a los otomanos y a los protestantes y crear una magnífica cultura. Incluso en sus épocas de decadencia, la idea de España evitó guerras civiles y desgarramientos. Solo en el siglo XIX, por razones que no vienen aquí al caso, se invirtió en parte esa dinámica, y desde finales de aquel siglo asistimos a un ataque concentrado a España desde el separatismo y desde un sedicente europeísmo, que ha contribuido, con los mesianismos de la época, a las perturbaciones y epilepsias bien conocidas del siglo XX. Esas epilepsias vienen de quienes consideran negativamente el reino de Toledo, la Reconquista, la exploración, colonización y evangelización de América y el Pacífico, o la lucha contra turcos y protestantes, o, viniendo a lo más reciente, detestan el enorme esfuerzo de reconstrucción desarrollado por el franquismo después de la tremenda crisis de los años 30… Son muy libres de creerlo, y también nosotros de creer lo contrario y de obrar en consecuencia.


P. ¿Ha mencionado usted el europeísmo entre los males de España?


R.- España es europea desde que existe la civilización europea, no tenemos por qué esforzarnos en ser lo que realmente somos. Pero ese europeísmo que ha calado a izquierda y derecha, basado en una ignorancia fundamental de Europa, pretendía que “España es el problema y Europa la solución”, en la disparatada pero ingeniosa frase de Ortega. En pura lógica la frase es una sandez, pero tiene un contenido implícito muy claro: el total rebajamiento de España y una exaltación beata de "Europa". La historia de España, lo realizado por ella, no valía nada, era “anormal” y contraproducente, y debíamos asimilarnos a Francia o a Inglaterra, o a Alemania, de las que los europeístas tenían por lo demás impresiones y conocimientos tópicos, superficiales: a poco de expuesta aquella idea por Ortega, los países presentados como modelos entraban en la terrible I Guerra Mundial. La idea partía de un error sobre España y de una ignorancia fundamental de la historia de esos otros países. Aparte de que un país, como una persona, que renuncia a sí misma y quiere ser lo que no es, termina neurótico, psicológicamente deformado por así decir. Precisamente Nueva historia de España está planteado con una constante atención a la historia europea, para combatir esa ignorancia que ha deformado la visión de nosotros mismos. El enfoque, como habrá usted comprobado, es muy distinto del habitual en las historias comunes en España.


P. Bien, se trata de una interpretación de la historia, pero hay otras, y en todo caso el pasado no justifica necesariamente el presente.


R. Ciertamente, como dicen muchos, no existe la “España eterna”, nada en la historia es eterno, con lo que sugieren que aun si España contrajo algún mérito antaño, ha llegado al final de su carrera histórica y debemos resignarnos a ello. Claro, también cada uno de nosotros está destinado a morir, pero no acepta ese hecho como pretexto para que algún enemigo suyo lo liquide. Hay un principio de lucha por la existencia, por la propia conservación, que justifica plenamente que quienes nos sentimos españoles luchemos por nuestro país. He señalado la larga historia y tradición de España porque ese mismo dato significa que tiene algunas virtudes, muchas virtudes, se lo quiera reconocer o no. Y no es una interpretación como cualquier otra. Los separatismos, y no solo ellos, ofrecen una visión especialmente negativa de toda esa historia; incluso el Siglo de Oro sería el siglo de la Inquisición, el oscurantismo, la miseria, el genocidio de los indios, etc. En Nueva historia de España creo haber mostrado cómo se trata de desvirtuaciones elementales, siendo sorprendente que hayan podido tener curso de tal manera. Pero, aparte de su falsedad, o exageración, o distorsión, vale la pena fijarse en los políticos e intelectuales que sostienen tales ideas: ¿qué aportan ellos, ahora mismo, en cuanto a cultura, convivencia o libertades? En el mejor de los casos no aportan nada. Y en el peor son los peores enemigos de nuestra libertad y continuidad como país.


P. Sin embargo, pocos van a creer que la tradición española se identifique con la democracia


R. Porque hay una gran confusión en torno a ese término. Ya hablamos antes de la confusión conceptual, pero existe también una confusión en lo histórico. Se supone algo así como que la democracia ha existido siempre y que algunos países han sido especialmente refractarios a ella. Pero la democracia, tal como la conocemos, no aparece en Europa, prácticamente, hasta el mismo siglo XX, aunque con una larga tradición de pensamiento detrás. Un hito esencial en ese pensamiento lo encontramos en la España del siglo XVI, y si nos referimos al parlamentarismo, probablemente su origen en Europa date de las Cortes de León. Es con el paso de la monarquía autoritaria a la monarquía absoluta --que nos viene de Francia--, durante la Ilustración, cuando cambian las cosas en España, que ya no produce ningún pensamiento original, aunque la decadencia se iniciara antes. No es que la Ilustración fuera negativa, en conjunto, pero supuso un retroceso en aquel orden. Ya hablé también de las pésimas circunstancias en que llegó a España el liberalismo en el siglo XIX, por el golpe napoleónico. La historiografía y el pensamiento derivado de ella, en España, han sufrido distorsiones de extrema tosquedad, las cuales han permitido, por ejemplo, que los marxistas, anarquistas, republicanos y separatistas aparecieran como “demócratas”, abanderados de “libertad”. A ello contribuyó mucho la corriente “regeneracionista”, por cierto, y el mero defensismo del pensamiento conservador, a veces seducido -- por reacción contra la demagogia de izquierda-- por soluciones fascistoides, o encerrada en un catolicismo cerrado y estéril. Menéndez Pelayo tenía toda la razón cuando clamaba contra la denigración sistemática de España por la miríada de “gárrulos sofistas” de la época. Pero su invocación a la España de Trento, espada de Roma, martillo de herejes, etc., como solución o modelo actual, es simplemente grotesca.


Pío Moa


http://blogs.libertaddigital.com/presente-y-pasado

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