Confieso que nunca he entendido las vacaciones de los políticos, unos señores que ocupan un puesto desde el cual deberían, se supone, administrar la historia y, si las circunstancias lo requieren, hacerla. Y la historia no se suspende jamás. |
Durante este mes de agosto que ahora termina, ha estado singularmente activa. Irán ha conseguido un poco más de uranio enriquecido. El régimen de Erdoganejad ha desplazado esa Turquía a la que tantos de nuestros paisanos desean ver dentro de la UE –nadie ha explicado aún por qué, cosa sospechosa donde las haya— unos cuantos kilómetros hacia el sureste. Mohammed VI ha movido ficha en su partida por Ceuta y Melilla. Obama ha convocado por el día 2 de septiembre a Netanyahu y a Abbas para hablar de una paz imposible, en la que ni siquiera sabemos si él está interesado.
Un solo hecho favorable a la felicidad humana ha tenido lugar este mes: Israel ha descubierto petróleo en su territorio. Rafael Bardají ha glosado el acontecimiento en ABC en los siguientes términos:
A los nuevos descubrimientos que cifran una reservas de más de 1.500 millones de barriles en un nuevo pozo al este de Tel Aviv (insuficiente para la exportación, pero muy por encima de las expectativas de 200 millones de barriles), se viene a sumar ahora el descubrimiento de la mayor reserva off-shore de la zona, frente a las costas de Haifa. Tal es el tamaño, que ya se llama Titán al pozo a explotar. ¿No sería una excelente paradoja que pudiéramos liberarnos del yugo ruso y árabe y pasar a comprar directamente a un buen aliado como Israel? Las vueltas que da la vida. Si las expectativas técnicas se acabaran cumpliendo e Israel, en un plazo de una década, se convierte en un exportador neto de petróleo y gas, ¿seguirían los Moratinos de turno criticándolo tanto o lo adularían como ahora hacen con los Saud y compañía?
Todo eso en el frente de la expansión musulmana, ahora alentada desde la Casa Blanca y en el que el actual Gobierno de España ha tomado partido por el enemigo de Occidente, como corresponde a su condición, desde 2004: todo ha cambiado en la errática política de Moncloa, salvo Moratinos, el amigo de Arafat, que ni siquiera aparece jamás en las quinielas de las anunciadas crisis de Gobierno. Lamento enmendarle la plana a mi respetado Bardají: yo creo que sí, que los Moratinos y los Zapateros y los Cajales de turno persistirían en su filia musulmana: nosotros sabemos que Israel es un buen aliado aunque nuestros gobernantes prefieran ignorarlo, pero ellos lo ignoran adrede porque la ideología es más poderosa que los hechos y ellos, míseros materialistas éticos que son, se someten encantados a su propia judeofobia: ya dejó escrito August Bebel en el siglo XIX que "el antisemitismo es el socialismo de los imbéciles".
En el frente progre, vamos a volver a oír que no estamos en una guerra en Afganistán. También, que la democracia interna en el PSOE es ejemplar y por eso Tomás Gómez es una posibilidad (que se lo pregunten a José Borrell) tan buena como Trini Jiménez de, y aquí viene lo gordo, "desplazar a Esperanza Aguirre de la Comunidad de Madrid". La verdad es que se trata de una movida publicitaria importante a un coste mínimo: mostramos lo demócratas que somos con ocasión de unas elecciones que ya tenemos perdidas. De paso, el jefe se quita de encima a la Trini, una de las dos personas que lo llevaron a la secretaría general, y se queda sin deudas porque la otra, Pasqual Maragall, es cadáver político desde hace rato. Todo el aparato pasa a manos del presidente y, por muchas quejas internas que haya, lo único que podrá moverlo de ese lugar es una derrota en las generales de 2012: sí, aún queda año y medio por delante de destrucción pura y dura, porque el Pequeño Timonel no va a dimitir ni la oposición lo va a obligar a ello, aunque tenga todas las armas en la mano, que ya las tiene si sabe negociar.
Claro que está el frente de la oposición, a la que hay que obligar a oponerse si queremos verla en el poder. A pesar de no haber creído nunca, y menos ahora, que cuanto peor, mejor, yo no estoy seguro de quererlo. Y menos lo estoy ahora, después de pasar unos cuántos días preguntándome por qué Rajoy no fue el hombre de Melilla y, como siempre, tuvo que ser Aznar el que diera la cara. ¿Tan mal asesorado está el señor Rajoy? ¿O es simple pereza? ¿O, lo que sería más de lamentar, le faltan luces políticas? Nada de eso. No dudo de la honestidad de Rajoy y hasta creo que como presidente sería un administrador eficaz si lograra actuar con cierta independencia del eje francoalemán y de esa siniestra institución que es el FMI, un banco, que no un fondo, dedicado a hacer intervencionismo en los altamente intervencionistas Estados que de él dependen. Y no conozco un solo caso en el que las recetas económicas del FMI hayan tenido el menor éxito: siempre crearon más problemas de los que resolvieron.
Ahora bien: ¿podemos contar con que Rajoy acelere de alguna forma la disolución del legislativo y la convocatoria a nuevos comicios? ¿O habrá que esperar a que lo empuje a ello Durán Lleida? ¿Depende de la decisión de los nacionalismos periféricos el calendario electoral? Porque, si es así, el gobierno que salga de ese proceso estará, desde antes de nacer, comprometido con ellos, y se verá obligado a soltar pasta gansa para la erradicación del castellano en partes del territorio nacional y a fingirse antitaurino, zerolista o proabortista cada dos por tres. No podrá revisar a la baja la legislación generada en todos estos años sobre asuntos esenciales –desde la ley Aído hasta la de memoria histórica–, ni podrá tomar iniciativa alguna en el camino de la reforma del modelo de Estado y acabará devorado por sus propios aliados. A Aznar no lo devoraron, pero lo llenaron de mordiscos cada vez que tuvieron la oportunidad.
¿Es posible para el PP organizar una moción de censura o lo que haga falta con el concurso de la izquierda? ¿De restaurar la célebre "pinza" Aznar-Anguita? No, porque para eso hace falta un Anguita, que ya no está. A los que hoy ocupan IU no sólo se les ha parado el reloj en algún momento anterior a 1989, sino que son de una zafiedad insuperable, que impide cualquier clase de diálogo con ellos: preferirán siempre a Zapatero. ¿Y Rosa Díez? Porque a veces, en el Congreso, la cosa va de un voto, y es probable que UPyD llegue a tener más. Pero no bastaría para garantizar nada estable, y ello sin mencionar los abismos ideológicos y programáticos que se alzarían como un muro entre ella y la realidad: no olvidemos que su salida del PSOE se asentó sobre un reclamo de ortodoxia, no de realismo.
Muchos estamos ansiosos por ver el momento heroico en que Rajoy se plante en el Congreso exigiendo dimisión con un respaldo suficiente, pero sospecho que no lo veremos porque al hombre le faltan los socios adecuados: podría encontrarlos, pero no serían los adecuados porque lo condicionarían hasta puntos inconcebibles. Y, si ése el razonamiento, yo lo apoyo. El Partido Popular, para gobernar sin bajarse los pantalones cada día al amanecer, necesita mayoría absoluta. El Pacto del Tinell, destinado a excluir al PP de todas las instituciones, sigue vigente en la estructura mental y moral de la izquierda, y no sólo en Cataluña, donde ya es tradición. Éste es el motivo por el que yo lo votaría, aunque me inquiete mucho que Rajoy se haya tomado vacaciones y no haya ido a Melilla.
Para que en España pase algo, no sé bien qué, pero algo distinto de esta dieta basura de ideología perversa, corrupción, mafia y guerracivilismo, hay que desalojar al presidente actual de Moncloa. Pero no a su manera, no "como sea". No en malas compañías, no con las manos atadas. Y con un programa amplio, claro, revolucionario, que incluya el modelo de Estado y el régimen electoral, de modo que no tengamos que volver a situaciones como la actual, ni a retrocesos a lo decimonónicos, ni a falsos avances a lo Mendizábal.
Horacio Vázquez-Rial
http://agosto.libertaddigital.com
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