Mientras medio mundo andamos como locos buscando musulmanes moderados, otro medio mundo de radicales no ceja en sus intentos de acabar con cualquier moderado, musulmán o infiel. El último caso lo encontramos en Bélgica, el corazón de Europa. El socialista Elio Di Rupo que dirige las consultas para formar el nuevo gobierno belga acaba de ser amenazado de muerte mediante una carta en la que se vertían lindezas tales como «un homosexual no puede convertirse en primer ministro de una futura nación musulmana como Bélgica» y «el pecador Di Rupo morirá por la espada blanca en nombre de Alá».
El odio a gays y lesbianas es bien conocido en el mundo musulmán. No hay más que fijarse por ejemplo en Irán, donde los ahorcamientos de homosexuales están a la orden del día. Pero también en Egipto, donde las encarcelaciones masivas no son algo extraño.
Lo más novedoso de esta amenaza es la convicción de que Bélgica (y por qué no, Europa) acabará siendo tierra del Islam. En el caso de Al Andalus, devuelta al Islam ya que, según su lectura del Corán, una vez tierra del Islam, siempre tierra del Islam.
La esperanza del jihadismo es una rendición occidental conseguida a través de varios medios. Por un lado, la expansión numérica de los inmigrantes musulmanes en suelo europeo a los que indoctrinar de radicalismos y para los que hay que evitar una integración en los países de acogida. Por otro, la sangre y el fuego de sus atentados terroristas. En todo caso, siempre somos para ello una fruta madura.
No obstante, sus convicciones se han visto sacudidas por la inesperada prohibición de los minaretes en Suiza y del Burka en lugares de la geografía europea, incluidos diversos ayuntamientos españoles. Desgraciadamente no parecen que se hayan achantado aún.
Rafael L. Bardají
www.abc.es
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