El reloj astronómico de Praga, el más antiguo de su estilo en Europa, celebra en 2010 un cumpleaños muy especial. Seiscientos años contemplan a este «reloj de la vida», prodigio de la técnica medieval, identificable siempre por el número de personas reunidas a sus pies cuando se activa el mecanismo que hace danzar a sus figuras. Toda una alegoría del tiempo y de lo efímero de la vida en la plaza de la Ciudad Vieja, la más bella de la capital checa.
Desde hace un año, Petr Skala, maestro relojero y restaurador, cuida por la salud de esta maravillosa joya mecánica que habla del gusto checo por estos ingenios. Skala, que tiene en la actualidad 63 años y vive en un pueblo de las afueras de Praga llamado Sadska, sigue con minuciosidad a través de internet y de un ordenador en su oficina la buena marcha del reloj. Escucha detenidamente sus sonidos, que conoce a la perfección, y cada viernes se presenta en Starometské Námesti para examinar su estado «in situ» y comprobar que las palomas no han penetrado en su red protectora.
Skala, que aceptó el trabajo no por su remuneración económica sino por el significado de este gran símbolo praguense, nos guía a través de las tripas de este reloj construido en 1410 entre las dos columnas principales que soportan la torre del Ayuntamiento (1363). Una estrecha escalera en forma de caracol conduce al habitáculo trasero donde se encuentra instalada la maquinaria original. El desconocido espacio es minúsculo, casi agobiante, pero Skala se mueve como si fuera su «pequeño reino». «Al iniciar mi trabajo aquí -comenta- lo primero que tuve que comprender fue todo el sistema del reloj y su funcionamiento no me pareció complicado. Sí me resultó maravilloso comprobar que la maquinaria era la original porque todos los relojes próximos a esta época han tenido que ser renovados en otros países. Por eso yo respeto profundamente esta máquina, pues atesora la gran historia de la ciudad, de la tierra checa, e incluso la de otros pueblos europeos que en determinados momentos dejaron un poso importante en este lugar».
Para Skala la máquina medieval «guarda el alma de Praga y de la época mágica de Carlos IV. Muchas veces subestimamos la Edad Media, pero está claro que tenían grandes conocimientos técnicos y por eso pudieron hacer una maravilla como ésta. Y lo digo no solo por su maquinaria sino también por el astrolabio, fascinante en una época anterior a Kepler, donde todavía no primaba la teoría heliocéntrica. Hoy, en pleno siglo XXI, todos los datos que nos ofrece el reloj astronómico son correctos».
Como queda dicho, el origen del reloj -«Orloj» lo llaman los checos-, se remonta a 1410 gracias al ingenio del maestro relojero Nicolás de Kadán. Sin embargo, una leyenda cruel y muy popular durante siglos sobre su construcción le arrebató de alguna manera la autoría que se adjudicaba a otro maestro: Hanus Ruze. La leyenda aseguraba que el impacto de las alabanzas suscitadas por el reloj había alcanzado a otros países de Centroeuropa, y las autoridades de Praga, temerosas de que Hanus repitiera su obra lejos de Bohemia, lo habían dejado ciego. En realidad, Hanus no perdió la visión y realizó todo tipo de trabajos de restauración a finales del siglo XV, aunque sí parece que el reloj no funcionó bien hasta que fue reparado en 1570. Ya en el siglo XX unos documentos descubiertos en 1962 acreditaron que su construcción llevaba la firma de Nicolás de Kadán y que en premio a su afamado trabajo recibió del Ayuntamiento una casa en propiedad en la ciudad.
Subiendo por una escalera de cuarenta centímetros de anchura y casi pegada en vertical a la pared escalamos tras el señor Skala por el pequeño universo del «Orloj». Tres metros más arriba, y después de subir una trampilla, el maestro nos introduce en el escenario interior donde descansan y luego desfilan los doce apóstoles. No caben más de tres personas en este reducido espacio lleno de magia. Skala posa con las figuras de madera -como si se tratara de «sus» marionetas- mientras mira el reloj de pulsera de su muñeca izquierda y nos avisa que quedan cinco minutos para que la representación comience. Pedro, Judas Tadeas, Andrés, Matías, Santiago, Felipe, Tomás, Pablo, Juan, Simón, Barnabás y Bartolomé salen de su encierro, con la exactitud prevista por el maestro, ante la nube de turistas apostados frente a la cara sur de la torre, una vez que la Muerte, figura representada por una calavera en la fachada, toca su campana y se invierte el reloj de arena.
El desfile de los apóstoles
«Para mí no hay ninguna figura que tenga un significado especial -afirma Skala-. Se dice que los apóstoles ya estaban aquí en la Edad Media pero yo pienso que existen en la torre desde 1865. Las actuales figuras son posteriores a 1945, ya que el 8 de mayo de ese año se produjo un incendio que dañó todo el edificio. Estas figuras fueron realizadas por el escultor Vojtech Suchard».
Skala apunta otra teoría sobre los apóstoles que sitúa su presencia en el reloj entre 1820 y 1865. «Dicen que entonces sólo desfilaban a las doce de la mañana -hoy su horario oficial es de 8 a 21 horas- pero lo único cierto es que ellos son los que le dan el alma y la vida al reloj. La maquinaria y el propio reloj astronómico tienen mucho más valor, pero esas figuras le han dado la popularidad y todo el mundo en Praga lo llama el reloj de los apóstoles».
Y es que la obligación de todo turista de visita en Praga es posar bajo el reloj astronómico y hacerse una fotografía desde que se inicia el desfile hasta que la función termina con el canto del gallo. Novios en vísperas de boda, grupos o simplemente turistas sedientos de buscar una promesa para volver a esta bella ciudad se apelmazan ante esta torre armados con sus cámaras de fotos. Los propios praguenses también lo hacen de manera más discreta e incluso «premian» a sus niños cuando se portan bien o tienen buenas notas llevándoles ante el reloj para ver la procesión de las figuras.
Petr Skala se despide augurando «otros seiscientos años» a su reloj. «Su salud es perfecta. Sólo existe un proyecto para realizar una restauración más seria dentro de uno o dos años», acaba diciendo mientras abandona su lugar de trabajo, presidido por la torre del Ayuntamiento y las bellas casas burguesas y palacios de la Plaza de la Ciudad Vieja en el corazón de Praga.
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