Kant aconsejaba a sus amigos abstenerse de discutir con necios para no dar ocasión de ser confundidos con ellos. Sin embargo, existen circunstancias en las que nos vemos confrontados a discutir con estos personajes menores por los más diferentes motivos. Bien porque nos pillan con la guardia baja, bien porque nos repugnan los miserables sofismas de esos posibles interlocutores, bien porque un tercero nos ha metido en una encerrona mediática, o bien porque nos gana la "perseverancia" del estúpido –no se olvide que el necio jamás descansa–, tenemos que echar a pelear un mediano argumento contra una majadería.
El caso que voy a presentar es especialmente peligroso, pues que a la necedad de comparar lo incomparable, base de la peor de las demagogias, se une la maldad, casi el delito, de hacer apología de la violencia terrorista. Me refiero a ese animalista que va por los medios de comunicación identificando el dolor humano con el animal; la equiparación del dolor de una víctima del terrorismo con la repugnancia que tiene un animalista a la fiesta taurina es algo peor, muchísimo más grave, que una necedad, se trata de una defensa del terrorismo de ETA. Pretender "argumentar" que es imposible condenar los crímenes de ETA mientras no se condene la fiesta de los toros, más aún mientras que los toreros no sean juzgados como criminales, es, sí, una estupidez, pero es sobre todo un crimen intelectual. Es, sencillamente, apología abierta y descarada del terrorismo de ETA.
A este animal-animalista no le importa la fiesta de los toros. Su necedad contiene una hipocresía. Utiliza el sofisma para hacer apología del terrorismo. Por cierto, esa vía se compadece muy bien con la vieja treta de la izquierda totalitaria: "Todo es bueno sí contribuye a la revolución", por ejemplo, no condenar jamás la violencia concreta y determinada mientras exista una maldad más grande y extensa, generalmente construida de modo abstracto por la mente perversa del estulto.
En efecto, el sofisma de no condenar un crimen determinado y concreto, es decir, el crimen de ETA contra los españoles, mientras no se condenen crímenes más grandes, por ejemplo, el crimen contra la naturaleza y el sufrimiento animal, es muy propio de la "nueva-vieja" izquierda, a saber, nunca condenar los crímenes de los regímenes comunistas porque el crimen capitalista es superior. Inmenso e inconmensurable, sí, a los ojos de la izquierda rabiosa; he aquí un ejemplo muy utilizado por el finado Saramago: "El régimen castrista es malo", decía el viejo y resentido izquierdista portugués, "pero no lo condenaré hasta que no se acabe el mal universal del capitalismo".
Agapito Maestre
http://www.libertaddigital.com
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