Hace bien el presidente en olvidarse este año de Lanzarote, no sólo por la austeridad esgrimida sino también porque, si quiere sobrevivir, es mejor no relajarse. Ha comenzado las vacaciones con una encuesta del CIS que aleja aún más al PSOE del PP y con una aceptación ciudadana que le coloca por debajo de la que tuvo Aznar en el momento crítico de la guerra de Irak. Pasará unos días en Quintos de Mora, una ironía si se tiene en cuenta que, mientras Obama se suma a la lista de los que exigen a Zapatero más y más reformas, la finca toledana fue el lugar en el que su antecesor sedujo a Bush hasta el punto de ofrecerse a mediar con Putin.
Nadie a estas alturas le pide una «hazaña» similar pero tampoco va a bastarle con preparar las cuentas de 2011. De nada le sirven ya los datos coyunturales de un incipiente crecimiento y un leve descenso del paro. El problema del presidente no se arregla con cifras: si la angustia deja de incrementarse quedan la mala imagen que se ha granjeado por cómo ha encarado la crisis y la desconfianza acumulada. Está en sus horas más bajas y hasta los más partidarios se duelen de una falta de discurso que es gravísima. Gravísima pero no letal, que parece que en política no hay nada tan definitivo.
Por eso, y por el tiempo que media hasta las elecciones, tampoco el PP debería tomarse unas vacaciones largas. Lo que hunde a Zapatero es su propio demérito, no el mérito de quien podría tomar la iniciativa y asentar el hoy previsible triunfo electoral en algo distinto de la pésima percepción del adversario. Se trataría de mostrar el rumbo de que debe tener el túnel para que, al final, se haga la luz y de hacerlo antes de que, por imponderables de la política, que se agrandan cuando el optimismo es tan pasivo como el del PP, los ciudadanos no sepan distinguir si lo que se ve en el túnel es la luz de la salida o el tren que va a terminar por arrollarles.
Germán Yanke
www.abc.es
Nenhum comentário:
Postar um comentário